Los profesionales de salud pública promueven constantemente el lavado de manos como una forma de protegerse del coronavirus. Sin embargo, este microorganismo puede sobrevivir en el metal y el plástico durante días: el simple gesto de ajustarse las gafas con los dedos puede ser suficiente para que una persona se infecte. Por esta razón, los Centros para el Control y la Prevencion de Enfermedades y la Organización Mundial de la Salud recomiendan que evitemos tocarnos el rostro.

Somos expertos en psicología y salud pública. Brian Labus es un experto en enfermedades contagiosas y sabe lo que debemos hacer para prevenir la infección. Stephen Benning es un psicólogo clínico especialista en ayudar a las personas a cambiar sus hábitos y a gestionar el estrés de manera saludable. Kimberly Barchard es una experta en metodología de la investigación que quería averiguar qué dicen los estudios sobre la costumbre de tocarnos la cara. Juntos, utilizamos nuestra experiencia clínica y las evidencias científicas para identificar las mejores prácticas para evitar este gesto y disminuir las posibilidades de que las personas se contagien de COVID-19.

Las personas nos tocamos la cara con frecuencia. Nos limpiamos los ojos, nos rascamos la nariz, nos mordemos las uñas y nos mesamos la barba. Nos llevamos las manos al rostro más a menudo cuando estamos ansiosos, avergonzados o estresados, pero también cuando no sentimos nada especial. Distintas investigaciones muestran que los estudiantes, los oficinistas, el personal médico y las personas que viajan en los trenes lo hacen un promedio de entre nueve y 23 veces por hora.

¿Por qué es tan difícil parar? Tocarnos la cara nos alivia frente a molestias momentáneas como picores y tensión muscular. Estas molestias normalmente desaparecen en un minuto, pero palparnos el rostro nos proporciona un alivio inmediato que eventualmente lo convierte en una respuesta automática habitual que se resiste al cambio.

Cambiar conductas habituales

El entrenamiento para la reversión de hábitos es una técnica bien establecida de modificación de conducta que ayuda a eliminar una amplia variedad de comportamientos aparentemente automáticos, como los tics nerviosos, morderse las uñas y el tartamudeo.

Esta estrategia enseña a las personas a observar el malestar que sus hábitos generan y les ayuda a elegir otras conductas que utilizar hasta que la incomodidad pase, así como a cambiar su entorno inmediato para disminuir dicha incomodidad.

Puede que ya haya cambiado otros hábitos, como toser tapándose la boca con la zona interna del codo y sustituir los apretones de manos por una reverencia o un simple saludo con la mano en alto. Pero a diferencia de lo que ocurre con estas acciones, a menudo nos tocamos frecuentemente la cara inconscientemente. Así que el primer paso para reducir este gesto es tomar conciencia.

Cada vez que se toque la cara, note cómo lo hace, el impulso o la sensación que lo precedió y la situación en la que estaba cuando ocurrió (qué hacía, dónde se encontraba físicamente o qué sentía emocionalmente). Si normalmente no se da cuenta de cuándo se toca la cara, puede pedirle a otra persona que se lo indique.

El autocontrol es más efectivo cuando se lleva un registro físico. Puede elaborar un registro donde describa brevemente cada situación en que se lleve las manos a la cara. Por ejemplo, podría anotar lo siguiente:

  • Me he rascado la nariz con el dedo, sentía picazón, estaba en mi escritorio.
  • Jugueteaba con las gafas, sentía cosquillas en las manos, frustrado.
  • Tenía la barbilla apoyada en la palma de la mano, dolor de cuello, mientras leía.
  • Me mordía las uñas, clavaba las uñas en los pantalones, veía la televisión.

La autovigilancia es todavía más eficaz si los resultados se comparten públicamente, así que considere la posibilidad de mostrar los resultados a sus amigos o en redes sociales.

Puede leer información más detallada sobre el entrenamiento para la reversión de hábitos en este artículo.

Elaborar nuevas respuestas

Una vez sea consciente del comportamiento que desea cambiar, puede reemplazarlo con otra reacción opuesta a los movimientos musculares necesarios para palparse el rostro. Cuando sienta la necesidad de tocarse la cara, puede apretar los puños, sentarse en las manos, presionar con las palmas de las manos la parte superior de los muslos o estirar los brazos hacia abajo a los lados del cuerpo. Esta respuesta alternativa debe ser discreta y adoptar una posición corporal que pueda mantenerse por lo menos durante un minuto. Recurra a ella mientras persista la necesidad de tocarse la cara.

Algunas fuentes recomiendan la manipulación de objetos para ocupar las manos con algo. Puede frotar las puntas de los dedos, juguetear con un bolígrafo o apretar una pelota antiestrés. La actividad debería mantener las manos lejos de la cabeza. Para los hábitos difíciles de cambiar, la manipulación de objetos no es tan efectiva como las respuestas alternativas, quizás porque tendemos a juguetear con objetos cuando nos aburrimos, pero nos tocamos la cara y el pelo cuando estamos ansiosos.

Obtenga más información sobre romper el ciclo de picazón-rascado.

Gestione los detonantes

Cambiar su entorno puede reducir los impulsos de tocarse la cara y, de paso, disminuir la necesidad de utilizar respuestas alternativas. Utilice los registros para averiguar qué situaciones o emociones están asociadas con gestos que involucren al rostro. Por ejemplo:

  • Si las gafas se le siguen resbalando de la nariz, puede utilizar sujeciones para las orejas o cintas para el pelo para evitar que se deslicen.
  • Si se muerde las uñas, puede emplear una lima para mantenerlas cortas o usar guantes o vendas para las puntas de los dedos, de modo que morderse las uñas sea imposible.
  • Si la alergia hace que le piquen los ojos o la piel, o que le moquee la nariz, puede limitar su exposición a los alérgenos o tomar antihistamínicos.
  • Si nota restos de comida entre los dientes, puede cepillárselos después de cada comida.
  • Para evitar que el pelo se le meta en los ojos o en la boca, puede emplear gomas, bandas, una bufanda o una cinta para el cabello.

Afróntelo, puede que no sea capaz de parar

La mayoría de las personas no logran eliminar completamente los hábitos no deseados, pero pueden moderarlos. De acuerdo con los principios de reducción de daños, el simple hecho de reducir el contacto con la cara disminuye las oportunidades de los virus para entrar en el organismo.

A veces, necesitamos tocarnos la cara: para usar hilo dental, ponernos lentes de contacto, limpiarnos la comida de los labios, maquillarnos o afeitarnos. Recuerde lavarse las manos primero. Pero si necesita ajustarse las gafas y no es posible esta limpieza previa, utilice un pañuelo de papel y tírelo inmediatamente después de usarlo. Evite alimentos de picar que se cojan con los dedos y llevarse comida a la boca con las manos sucias. Láveselas primero o use utensilios o el envoltorio para manipularla.

Otras formas de reducir la propagación de las enfermedades infecciosas incluyen la práctica del distanciamiento social, el lavado minucioso de las manos con agua y jabón o con un desinfectante de manos y la desinfección regular de las superficies de alto contacto. Sin embargo, cuando las manos tocan superficies contaminadas, las sugerencias anteriores pueden ayudarle a evitar tocarse la cara antes de volvérselas a lavar.