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Crónicas Víricas

Una ciudad para entrar a vivir, por Chus Neira

Los arquitectos ven en la crisis una oportunidad para pensar un urbanismo más limpio, humano y con ventajas para el área central astur

La calle García Lorca, en Oviedo, vacía, con el semáforo en rojo. MIKI LÓPEZ

¿Qué es el espacio público sin ciudadanos? En una ciudad donde no hay (casi) coches, sus habitantes han descubierto que también hay pájaros y que las calles, de tan poco usarlas, están pidiendo volver a ser el espacio de encuentro, el de la reunión, ahora proscrita si no es en fila de uno, con separación de más de un metro y delante de supermercados, farmacias, panaderías o kioscos. Desde su encierro, la arquitecta Sonia Puente confía que de este paréntesis salga una vindicación de ese lugar de estar, verse y tocarse. Y escribe:"Pienso que la ciudad y nuestros entornos construidos son llenos y vacíos, se componen de edificación pero también de espacio público, y cuando no se puede acceder a ellos se queda coja. ¿O acaso una de las cosas que más echamos de menos no es caminar al aire libre? De ahí la importancia de disponer de un espacio público de calidad, que dé valor e importancia de la relación social, del tejido de redes fisicas, que suman y complementan a las virtuales".

Hay ese deseo pero también algún temor. Confinado en Madrid, otro asturiano, también arquitecto, Sergio Baragaño, entrevé otros escenarios. Dentro y fuera de casa. "Este simulacro global de teletrabajo", explica en un correo electrónico, "influirá en el urbanismo, y en el espacio doméstico, que ya estaba iniciando un cambio hacia una delgada línea entre la oficina y el hábitat. La vieja Europa (más vieja que nunca), pone en peligro su maravilloso espacio público, desolado en estos días, ante el auge del Imperio Asiático. De Roma a Pekín". Y remata con la visión inquietante de un mundo "5G, guantes y mascarillas, donde la manilla de la puerta dejará de ser el apretón de manos al edificio, que decía Juhani Pallasmaa en 'Los Ojos de la Piel'". Miedo pero, al fin, un refugio. Porque, "eso sí", tranquiliza antes de la despedida, "siempre nos quedará el patio mediterráneo".

Esta ciudad dormida también se interpreta como una señal de alarma y toma de conciencia. Sonia Puente insiste en esos cantos de pájaros y en cómo las cosas han servido para darnos cuenta de la gran contaminación acústica. Su colega, Javier Calzadilla, remata esa idea cuando cuenta, al teléfono, que desde su ventana ve el Campo San Francisco, en Oviedo, y piensa que esta espera puede servir para "entender el valor del silencio" y reconocer quién es el causante de las emisiones. La contaminación, sí, ha bajado. "Es un buen momento para volver a hablar de peatonalizaciones y empezar a pensar cómo nos vamos a relacionar con la ciudad". Sea. Aunque hay otra opción. Sergio Baragaño también cita la inauguración, hace unos días en el Guggenheim de Nueva York, del "Countryside, the future", de Rem Koolhas, e insiste en que "el visionario holandés lleva meses augurando cambios importantes con la reinvención de un mundo rural hiperconectado y con nuevos pobladores".

La vuelta al campo no será tan posible, por la falta de medios, la incapacidad de asumir ese éxodo, como sí la fortaleza de las áreas polinucleadas, ese palabro que en Asturias llevan tanto tiempo conjugando en todos los modos posible urbanistas como Víctor García Oviedo. "Tachi", como le conocen todos, está convencido de que el modelo del área central asturiana, y no el de la metrópolis compacta y aglomerada (Madrid) es el que aguanta este tirón.

"La paradoja", razona, "es que los criterios de sostenibilidad nos decían que las ciudades, cuanto más compactas, mejor, pero ahora, ante este preludio de virus futuros, vemos que cuanto más concentrados estemos, más brutal será la escabechina". La solución está aquí: "Se puede conjugar el estar concentrado sin romper el distanciamiento social: la ciudad polinuclear en Asturias. Es lo de estar juntos pero no revueltos, disfrutar de lo que conlleva la aglomeración sin sus déficits. Nuestra debilidad es ahora fortaleza, porque aquí, como en China, podríamos aislar cada núcleo si hace falta. Y en Madrid, no".

Una experiencia que lo puede cambiar todo. O no. "También lo dijeron después del 11S, y ahí seguimos, con los rascacielos". Llevas razón, Tachi.

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