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El otro confinamiento: más de 15 días sin poder hablar con sus familiares

"Rezo para que mi madre aguante y volverla a ver", dice la hija de una residente en El Villar

"Llevo más de dos semanas sin poder hablar por teléfono con mi madre. Rezo para que aguante, para que salga de esta y poder volverla a ver con vida. Sé que un día me faltará, pero no quiero que sea en estas circunstancias. Sería muy triste no verla más, ni poder despedirse. No entiendo por qué no me la pueden poner al teléfono cuando se supone que tienen desde hace días los aparatos para videollamadas". Lo cuenta la hija de una residente del geriátrico de El Villar, que asegura que va a intentar contactar con la consejera de Derechos Sociales y Bienestar, Melania Álvarez, para hacerle saber lo que ocurre en algunas residencias y reclamarle que se adopten soluciones de manera inmediata.

No entiende por qué no puede hablar directamente vía telefónica con su madre. Antes de que se desencadenara la crisis del coronavirus era posible hacerlo. Ahora, el personal de la residencia la llama a ella a diario para informarle, pero no la pasan con su progenitora. Aunque lo pida. "¿La explicación? Que es por los riesgos, que entran lo mínimo posible en las habitaciones. Tienen que entrar a asear a los residentes, a darles la comida y a limpiar la habitación. ¿No pueden pasarles un teléfono, que lo tienen inalámbrico, si se establece un horario de llamadas? Sinceramente no lo entiendo", añade.

Hay residentes, como su madre, que compartieron habitación con alguno de los ya fallecidos por coronavirus en este centro. "Pero a ella no le han hecho la prueba. ¿Es esto normal? Que solo se hace a quienes presenten síntomas. En la situación en la que ya están en este lugar concreto no puedo entender cómo no se ha hecho ya a todos los residentes", explica esta mujer que cree que todos los familiares de los mayores de El Villar "nos deberíamos unir, en un colectivo, para exigir que se les haga la prueba, que nos dejen hablar con ellos por teléfono". "Para hacernos oír, porque la única voz que tenemos es la que nos dan los medios de comunicación. O aquí nos unimos todos o van a empezar a caer en cadena todos nuestros mayores, porque el tiempo está corriendo en contra. ¿A qué tenemos que esperar, a que se vayan muriendo todos?", añade.

En El Villar también hay residentes con teléfonos móviles propios, que pueden usarlos libremente. Pero la situación de todos no es la misma. El Principado es consciente de ello. Fuentes de la consejería de Derechos Sociales explicaron ayer que "se está en contacto constante con todas las familias y que se han dispensado teléfonos para hacer llamadas y videollamadas para que tengan comunicación directa con los residentes". La cuestión es que, en algunos geriátricos a los que han llegado, parece que aún no se están usando.

Situación de angustia

Nadie pone en duda que los residentes estén cuidados, atendidos. Tampoco la labor del personal sanitario y no sanitario, sobrecargado de trabajo, que adopta las medidas que corresponden y también vive con el miedo de llevar a casa el virus, de contagiar a los suyos. Pero la situación de algunas familias también es angustiante: no tienen el control sobre lo que está ocurriendo con la vida de sus mayores.

Las reglas del estado de alerta imponen que ningún residente, aunque esté sano, puede abandonar el geriátrico en el que se encuentra si en este se ha dado un solo caso. Sus familiares, aunque quisieran, no podrían llevárselo a casa. Son las normas sanitarias, los protocolos necesarios para afrontar una situación como la que vivimos. Pero los ancianos quedan fuera de la tutela de sus familias para quedar bajo la de las administraciones. Es lo correcto. Pero genera dramas humanos.

Los residentes infectados también quedan fuera del alcance de sus familiares, como relatan algunos de ellos. Hay situaciones, también en El Villar, que hablan por sí solas. "Un día te avisan de que tiene fiebre, que le van a hacer la prueba. El resultado tarda mucho. Llega varios días después. Da positivo. Que le van a ingresar. Cuando haya ambulancia disponible para el traslado. Le llevan primero a un centro hospitalario y después a otro. Y solo sabes dónde va y dónde viene por la información telefónica y alguna llamada de los médicos", relata con angustia un familiar de un residente.

En los centros en los que aún no ha habido ningún positivo, los mayores sí pueden irse a casa con sus familiares. De hecho, está sucediendo: en una residencia de Oviedo se han ido ya cinco. No obstante, el establecimiento está siendo una referencia por la ausencia de contagios. "Están en sus habitaciones, aunque es difícil porque se agobian un poco. No pueden salir a zonas comunes ni de una planta a otra, pero el personal técnico se ha organizado para, en la medida de lo posible, que, de uno en uno, puedan, por ejemplo, dar un paseo por los pasillos, y continuamente se controlan sus necesidades", explica un trabajador del centro.

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