“Está asustado, bastante, pero sobre todo lo que peor lleva es tener que estar en casa, sin poder ir a ver al vecino, como hacía todos los días, o dar ese paseín que tanto le presta...”.

Benjamín es el nombre que recibe este octogenario asustado, usuario del servicio de ayuda a domicilio en Soto del Barco. De cómo afronta estos difíciles días habla su cuidadora. De lunes a viernes (el servicio también se realiza los fines de semana), Amparo (nombre ficticio) acude a su casa: una hora (pueden ser dos), para asearlo, hacerle la compra, acercarle las medicinas o limpiar algo. Pero estos días, Benjamín desea especialmente una cosa: “Fundamentalmente pide compañía. Charlar”.

Amparo es, familia aparte, una de las que mejor saben qué sienten, qué piensan o qué temen Benjamín y el resto de mayores que tiene a su cuidado mientras el coronavirus se ceba especialmente con las personas de avanzada edad y salud maltrecha. Ella lleva unos cuantos años yendo a su casa, pero de unos días para acá lo hace pertrechada con guantes y mascarilla y le insiste mucho en que no salga, que lave las manos...

Amparo es su “ángel” y una más de los miles de “héroes” que se esfuerzan en España, junto a personal sanitario y fuerzas de seguridad, a costa de poner en riesgo su propia salud, en cuidar y atender a los más vulnerables.

Son catorce los “ángeles” del servicio de ayuda a domicilio de Soto del Barco, capitaneado por Conchita Martínez. Atienden a sesenta personas, de las que más de la mitad superan los 80 años: un 53% tiene entre 80 y 90 años y un 13% supera los 90. Son mayoritariamente mujeres y el 38% vive en soledad.

Todos tienen residencias en zona rural y es precisamente esto, vivir en el pueblo, lo que les otorga un plus frente a los de ciudad, al poder encarar el aislamiento en mejores o más amables condiciones. “Hay gran diferencia entre unos y otros. Tener el campo cerca ayuda. Los hay que tienen huerta junto a casa, en su finca, pueden ir y plantar unas semillas, cuidar sus gallinas o mismamente estirar las piernas por fuera. Esto no lo puede hacer el que vive en un piso”, describe la cuidadora. Cuando se decretó el estado de alarma, más de un usuario se echó a temblar, temiendo que el servicio se suspendiera. Todo lo contrario.

“El Ayuntamiento es consciente de la situación de excepcionalidad y está preocupado por las personas mayores. Dado el carácter esencial que adquiere su atención, se ha reorganizado la ayuda a domicilio, manteniendo lo esencial, extremando la prevención, adoptando nuevas medidas sociales e incrementado las ya existentes”, apunta el concejal de Servicios Sociales, Francisco García. Un servicio de comida a domicilio que quizás comience a funcionar en los próximos días es una de las novedades.

Fundamental es también la teleasistencia (treinta y cuatro mayores la tienen) que facilita una comunicación las veinticuatro horas. “Todas estas medidas persiguen un único objetivo, que es el de asegurar la tranquilidad y la seguridad”, añade el edil, quien pide comunicar al Ayuntamiento cualquier situación de riesgo para mayores que se conozca.

Con todo, ha sido necesario reorganizar el servicio y concienciarse de que durante un tiempo el trabajo será más duro y los mayores necesitarán, si cabe, más atención y más cariño. “Estamos como siempre, con las mismas ganas y queriendo ayudar lo más posible”, dicen las trabajadoras. “Quiero pensar que siguiendo todas las precauciones y cuidados que nos dicen, aquí, en el pueblo, no pasará nada”, añade optimista Amparo.

En casa de Benjamín no dejará de abrirse esa puerta por la que entra su “ángel” cada mañana. Es algo que siempre espera con ganas, pero mucho más esta temporada de temores e incertidumbre.

A él y al resto de usuarios sotobarquenses no les faltará esa compañía que tanto estiman y tanto les calma. Aunque no todo será completo hasta desterrar el coronavirus o, al menos, mantenerlo a raya: “Extrañan que no se les llene la casa con los suyos, sobre todo el fin de semana, cuando las familias suelen ir a comer el domingo...”.