La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Crisis del coronavirus

"Llegas al hospital, sueltas a tu padre y no lo vuelves a ver más"

La tragedia se vuelve cotidiana con la extensión del virus y ya es difícil encontrar a alguien que no tenga familia o amigos tocados por la pandemia

Un militar de la UME en tareas de desinfección en el exterior del HUCA. MIKI LÓPEZ

El coronavirus vino primero a por los comunistas, pero China estaba demasiado lejos y no nos importó. La dimensión de la tragedia sanitaria no la dan tanto los números como el grado de separación con la enfermedad, aunque unos y otro van de la mano. A medida que aumentan los casos en España, también en Asturias, el COVID-19 ha dejado de ser cuento chino o "novella" italiana para mutar en un relato que, desgraciadamente, también nos pertenece. Ya no son cosas que les suceden a los otros. El virus está empezando a tocar los nuestros. Familiares, amigos o conocidos que han perdido a alguno de los suyos o los tienen en cuarentena, ingresados, en la UCI.

Mónica, profesora de Secundaria asturiana con plaza en Madrid, no oculta su tristeza cuando admite que los primeros días apenas tenía noticia de nadie tocado por el virus y que ahora, pasado más de medio mes de confinamiento, cada día se entera de una nueva persona golpeada por el coronavirus de una u otra forma. "Es tremendo". Una de las primeras fue una vecina, de unos cincuenta años. Se la llevaron, estuvo ingresada, ahora ya ha vuelto a casa. Le llegan otras historias con peores finales, historias de muerte en soledad. El tío de una compañera de trabajo, solo siete en el entierro, manteniendo las distancias. El de otra amiga, la semana pasada, llamaron para avisarles de que había fallecido pero sin garantizarles dónde se encontraba el cuerpo. "En la distancia, sin despedida ni consuelo, es mucho peor". Lo dice por otra compañera que vive en Estados Unidos, perdió a su madre en Madrid y no pudo venir a despedirse. Sus alumnos también le relatan dramas cotidianos. Una alumna perdió a su tía, otra está en casa con los dos padres infectados encerrados en una habitación y ella haciéndose cargo de todo.

Ester resiste el estado de alarma encerrada en su estudio de Gijón, en un limbo irreal del que le bajan las llamadas de amigas que lo están pasando mal. Una no se atrevió a venir hace tres semanas, cuando murió una hermana de su madre. Y menos ahora, por más que sea su padre, 67 años, el que pelea en la UCI, en el Princesa, en Madrid, rodeado de otros pacientes, viendo los que van cayendo cada día a su lado. Aguantó en casa el inicio de la enfermedad, pero al final hubo que dejarle en el hospital y hacerle llegar, como pudieron, a través de una enfermera, las gafas, una manta y una tablet. Otra amiga perdió a su abuela, en Galicia. Era la matriarca y su padre, que arrastra secuelas de varias operaciones, no pudo ni ir a verla. "Ya no son las cifras", concluye Ester. "Ya no son los números de los infectados y los fallecidos. Ahora el coronavirus son las personas cercanas a ti que se están tomando ansiolíticos porque saben que su abuela murió sola y que su padre no pudo ir a despedirla".

María, setenta años, empieza a verle las orejas al lobo cuando se enteró de que una de sus amigas tenía a dos hermanos en la UCI. Uno pasó a planta hace tres días y empezó a bajarle la fiebre, pero arrastra la pena de saber que el otro ha fallecido sin despedirse casi de los suyos.

Raúl tiene unos primos, familia grande, con todos infectados en casa, arreglándose como pueden. Y un amigo que acaba de enterrar a su padre. De lo malo, le explicó con la misma frialdad que las circunstancias que rodean todos estos casos, fue hace ya una semana, cuando todavía no escaseaban las camas en Madrid. "Llegas allí, lo sueltas, y ya no puedes volver a verlo nunca más, hasta que llaman por teléfono".

Empieza a resultar casi difícil encontrar a alguien que no tenga un testimonio más o menos próximo de algún enfermo. En un repaso rápido entre la gente más cercana, hablan del hermano de una amiga hospitalizado en Castilla y León. Va mejorando y ya ha pasado a planta, pero estuvo muy malo en la UCI, enchufado al oxígeno, y eso que las pruebas le salieron siempre negativas. De otra que es enfermera, empezó con los síntomas y tuvo que encerrarse en casa. Va bien, con el segundo test ya positivo. Más, un matrimonio que aguanta en casa como puede, tres amigos pasando el cuadro más leve en sus casas, la abuela de otra compañera que falleció, el marido de una amiga que está empezando a recuperar, los padres de otro, ella ingresada desde hace 19 días, él acaba de fallecer ayer por la tarde.

Otros casos, como los que cuenta Belén, son, de momento, nada críticos. Dos amigos recluidos en sus casas. Pero ella confirma esa sensación de que el virus acecha cada vez más cerca y aclara que cada día que chatea o habla por videoconferencia con el círculo de las amigas más íntimas conjuran al bicho y sus consecuencias. "Ya veremos cómo salimos de esta; pero nuestro deseo, lo que nos decimos todo el rato, es que hay que salir sin bajas".

Compartir el artículo

stats