Recuperar la normalidad, tras el azote del coronavirus, no será fácil. Ni rápido. Obligará a un restablecimiento progresivo, gradual, que requerirá control y muchas dosis de paciencia, como anunció el sábado el presidente Sánchez. Pero hay espejos en los que mirarse: aquellos países que empezaron a sufrir la pandemia antes que España. Hacia ellos dirige ahora sus miradas el Ejecutivo.

Italia es el principal país de referencia. Por cercanía, por cultura, por similitudes económicas y sociales, y porque el COVID-19 está mostrando incidencias muy parecidas en ambos países. Además, en Italia el virus empezó a afectar a la población una o dos semanas antes que en España. Así que los aciertos en Italia, y también los errores, son puro aprendizaje para España. De otro lado, las fortísimas restricciones impuestas a los ciudadanos en la mayoría de los países asiáticos -que incluyen el control casi absoluto de la intimidad, la movilidad y las relaciones sociales- son "difícilmente importables" a Occidente, según la mayoría de los expertos. De ahí que el ejemplo italiano sea el más adecuado para preparar el momento en que haya que iniciar el rearme del país.

El Gobierno de Giuseppe Conte ya ha iniciado los preparativos del plan para que el país salga del confinamiento una vez que disminuya la incidencia del coronavirus, que hasta ayer había afectado a 128.948 italianos, de los cuales habían fallecido 15.887. Italia es el país con más muertes por coronavirus reconocidas en el mundo, pero las autoridades sanitarias llevan ya semanas constatando una mejoría. Ayer mismo se contabilizaron 525 muertos, la menor cifra en tres semanas. Todo ello ha llevado al Ejecutivo a pensar en recuperar lo antes posible la maltrecha economía nacional

El ministro de Sanidad, Roberto Speranza, anunció que el plan de reconstrucción constará de cinco puntos. Las líneas maestras consisten en mantener, al menos de momento, el actual distanciamiento social, en aumentar los tratamientos médicos dentro de los hogares para rebajar la carga de los hospitales, muchos de ellos colapsados, y en incrementar exponencialmente las pruebas a la población.

Los especialistas sospechan que el número de infectados es mucho mayor que el constatado. La explicación es sencilla: si la letalidad del virus se sitúa en torno al uno por ciento, según diferentes estudios realizados sobre todo en China, el hecho de que en Italia haya habido hasta ahora 16.000 muertes implica que debería haber, cuando menos, 1,6 millones de contagiados. Además, dado que la presencia del COVID-19 es segura en Italia desde mediados de febrero, podría haber otro millón de ciudadanos, o más aún, que ya estuvieron en contacto con el virus y que no se percataron porque son asintomáticos.

El incremento de los tests debería revelar, precisamente, cuántos italianos se infectaron realmente, cuántos son inmunes, y cuántos ya no pueden contagiar a otras personas, por lo que pueden regresar sin problema a una vida normal, según declaró Speranza al diario "La Repubblica".

El ministro también anunció que los hospitales italianos abrirán secciones especializadas en el tratamiento de la enfermedad y que se desarrollará una aplicación de telefonía móvil para rastrear a los contagiados (como en China) y proporcionarles ayuda remota.

Las autoridades italianas, en todo caso, reclaman precaución, porque aún queda lejos la posibilidad de afirmar que la pandemia está superada y consideran que sería una irresponsabilidad prometer una fecha concreta para volver a la normalidad. Creen que mientras los científicos no hallen una vacuna habrá que seguir conviviendo con el virus, aunque las medidas de control puedan relajarse en cierta medida.