Continúan las señales de optimismo sobre la evolución de la pandemia de COVID-19 en Asturias. Los datos de hoy, 8 de abril, constatan la tendencia positiva. Aunque el número de nuevos casos es ligeramente inferior al de ayer (se han detectado 32 contagiados más frente a los 26 identificados el día 7), han vuelto a caer (en 22) los casos activos, descienden las hospitalizaciones (4 menos), sigue bajando en un goteo la ocupación de las Unidades de Cuidados Intensivos (5 pacientes menos en UCI) y aumentan en un buen número las curaciones (46 más).

Aún es baja esa tasa de pacientes recuperados (representan casi el 20 por ciento de los casos declarados, aunque en España esa tasa es de más del 32 por ciento). Por tanto, se está en buena senda, pero no hay que lanzar las campanas al vuelo.

El dato, siempre malo sea cual sea su número, es el de los fallecidos: ocho más, que elevan a 110 el número de víctimas de una pandemia que se ceba en especial con los mayores.

Siguiendo el pronóstico de los matemáticos asturianos Juan Luis Fernández y Zulima Fernández-Muñiz, Asturias camina por la senda hacia la parte baja de la curva de nuevos casos detectados. Ya advertimos que en los próximos días pueden aparecer aumentos de enfermos debido a que debería elevarse el número de tests que se realizan, por lo que los correctos indicadores de evolución de la pandemia irá pasando a ser la cifra de ingresos diarios, altas y fallecimientos.

La estimación de los matemáticos es que la cifra total de enfermos por COVID-19 en Asturias en esta primera fase podría hallarse en el entorno de los 2.600 casos, una vez superada toda la etapa: es decir, aún pueden aparecer 900 contagios más, lo que supone la mitad de los detectados hasta ahora, ya que la llegada hasta las 0 infecciones diarias puede ser larga.

Es bastante probable que el Principado pueda afrontar la próxima semana el debate sereno sobre el "desconfinamiento": una operación que exige mucho cuidado para evitar la aparición de brotes. Al ser Asturias una comunidad autónoma en la que la incidencia del COVID-19 ha sido relativamente baja, se ha podido afrontar con holgura sanitaria, dentro de lo que cabe, la pandemia y el periodo de encierro. Pero eso es también un lastre: un gran número de asturianos no ha tenido contacto con el virus, no ha pasado la enfermedad ni como asintomático, por lo que continúan estando expuestos a un contagio.

Si tuviéramos que dividir en etapas el relato de estos días podríamos hacerlo del siguiente modo:

Hubo un primer periodo de confusión general, en el que se detectaron los primeros brotes, como el del colegio Masaveu en Oviedo (que fue una auténtica prueba de la capacidad de contagio de este virus), en el que se decretó el cierre de colegios y dio pie a la declaración del estado de alarma. Confusión en el sentido de que se tomaron decisiones nuevas, que causaron desorientación y preocupación a los ciudadanos.

El segundo periodo, con los ciudadanos confinados, elevó la tensión, se mostró la escalada de casos y se incrementó la inquietud. El tercer periodo, una vez que se alcanzó el pico de nuevos contagios detectados, vino marcado por la tensión sanitaria (se acumulaban los enfermos aunque llegaban a un ritmo menor) y el ascenso del número de fallecidos (dado el retraso que se produce desde que se detecta un contagio con sintomatología grave y el paciente evoluciona negativamente hasta la muerte). Ahora, con la curva es descenso y la presión sanitaria aliviándose, puede llegar la falsa sensación de que esto está superado.

Todo lo contrario. La guerra contra el coronavirus SARS-CoV-2 no ha hecho más que comenzar. Puede que hayamos superado una primera batalla, pero quedan muchas. De ahí que sea muy importante no relajar hábitos, no levantar la guardia.

Las incógnitas

Hay muchas incógnitas sobre la mesa. ¿Qué capacidad de resistencia tiene el virus? ¿Qué mutaciones presentará? ¿Cómo le afectará el cambio de estación, la llegada del buen tiempo más seco y el aumento de radiación?

La incidencia que tendrán las condiciones meteorológicas y estacionales es una cuestión que ampliamente debatida. El asturiano José María Loché Fernández-Ahúja, estudiante de máster en Ingeniería de Telecomunicaciones, se preguntó hace días si existiría alguna correlación entre los casos de COVID-19 que se declaraban en los distintos territorios españoles y algunas de sus características climatológicas u orográficas. Loché Fernández-Ahuja y el catedrático de matemáticas de la Universidad de Oviedo Juan Luis Fernández exploraron si existía alguna relación en los datos.

Los investigadores observan una relación del tipo Casos/1.000 habitantes=0.6403-0.0258 x T+ 0.0516 x Altitud (km)- 0.0024 x Humedad, donde la temperatura se mide en grados, la altitud en kilómetros y la humedad se refiere a la humedad relativa. Es decir, hay una correlación negativa con la humedad y la temperatura, pero positiva con la altitud. Esto es: menor temperatura y menor humedad pueden ser más propicios para la reproducción del virus, aunque esta es una cuestión que seguramente motivará numerosos estudios.

Por tanto, el "desconfinamiento" deberá llevarse a cabo quirúrgicamente, eligiendo qué actividades se retoman con el objetivo de relanzar la economía. Es probable que hasta dentro de un año o más no exista una vacuna lista que pueda ser ampliamente utilizada, de modo que la aparente "vuelta a la normalidad" es un concepto en el que no deberíamos pensar aún. Eso sí, habremos aprendido mucho sobre cuáles son las armas sanitarias para tratar mejor a los enfermos.

El modelo de los matemáticos asturianos Juan Luis Fernández y Zulima Fernández-Muñiz sitúa la evolución de la pandemia en el conjunto de España, sin embargo, en la parte media de descenso de la curva. Aún faltarían más de 20 días para que la situación se encontrase próxima a registrar 0 contagios. Ese plazo es más corto en el caso de Asturias, siempre según el pronóstico matemático.

Es desigual el modo en que se está embridando la enfermedad en las diferentes comunidades autónomas. La comparación de las tasas de mortalidad y el porcentaje de curaciones puede ser una buena manera de evaluar cuantitativamente en que estado se encuentra la enfermedad. Solo Castilla La Mancha y Extremadura tienen un índice mayor de fallecidos que de recuperados, pero en el resto del país la distancia entre las altas y los decesos se agranda.

Una mirada matemática a Estados Unidos

Juan Luis Fernández y Zulima Fernández-Muñiz utilizan su modelo para evaluar cómo se encuentra la enfermedad en distintos lugares del planeta. No solo pronostican para los principales países de Europa, sino también por continentes. Y uno de los países en los que suelen fijarse en Estados Unidos, que lidera el número de contagios en el mundo (418.000) y ya tantos fallecidos como España.

Con el último recuento facilitado de la epidemia en ese país, los matemáticos han comprobado que el modelo indica que podría hallarse en el pico de contagios. De ser así, la cifra de enfermos detectados en ese país se situaría en algo menos de 800.000. Sin embargo, esta tendencia puede variar a medida que conozcamos más datos.

Todas las comunidades

Siguiendo su trabajo diario, esta es la evolución prevista para todas las comunidades autónomas.