Durante la misa de Jueves Santo que presidió ayer el Papa Francisco en la basílica de San Pedro del Vaticano cobraron protagonismo principal los sacerdotes que han perdido la vida en la asistencia a enfermos con coronavirus -"son los santos de la puerta de al lado"- y también los "calumniados" por los escándalos de la Iglesia.

"Hoy querría expresar cercanía a todos los sacerdotes, desde el más reciente ordenado hasta el Papa, porque todos somos sacerdotes", empezó el pontífice en la misa celebrada en una basílica vacía para evitar contagios del coronavirus.

Francisco basó su homilía improvisada en el concepto del servicio, pero también tuvo palabras para los misioneros en tierras lejanas, caídos en las pestes, o los curas "anónimos" que asisten en las cárceles o en el entorno rural.

Francisco también mencionó a los curas que son "calumniados" y que muchas veces "ni siquiera pueden ir por la calle" porque les insultan por los escándalos que han salpicado a la Iglesia, en alusión a los casos de pederastia, aunque no los citó expresamente."Buenos sacerdotes. Hoy les llevo en mi corazón y al altar", dijo el Papa, con semblante serio.

El Papa ofició esta misa de Jueves Santo, que conmemora la Última Cena e inaugura el Triduo Pascual, prácticamente en solitario dentro de la basílica de San Pedro del Vaticano. No celebró el tradicional rito del lavado de pies.