"Solo hay un creador, solo hay un arquitecto: Little Richard". Con esta frase lapidaria, publicada hace varios años en las páginas de "Playboy", reclamaba el propio Little Richard, cuyo nombre real era Richard Wayne Penniman, su papel central en la evolución del Rock and Roll. Pero lo que en boca de otro cantante hubiera sonado a "boutade", en la de Little Richard, que falleció ayer a los 87 años en la ciudad norteamericana de Tennessee, despierta una sonrisa cómplice entre los amantes de la música popular. Porque el carismático autor de clásicos imperecederos como "Tutti Frutti", "Good Golly, Miss Molly", "Long Tall Sally" o "Lucille", era indudablemente uno de los padres del rock y uno de los primeros artistas que mezcló con éxito los géneros de música negra con la energía eléctrica del pop norteamericano.

La muerte de Little Richard fue confirmada ayer por el hijo del artista, Danny Penniman, a la revista especializada "Rolling Stone". Aunque no confirmó la causa, el portal especializado en noticias de famosos "TMZ" avanzó que el artista llevaba dos meses enfermo.

Nacido en Macon (Georgia) en 1935, Little Richard rompió moldes a mediados de la década de los 50 del siglo pasado, cuando comenzó a ensayar un estilo de Rythm and Blues de alto voltaje. Con apenas 20 años, en 1955, grabó "Tutti Frutti", acaso su tema más popular y obra capital del rock and roll. Su música pronto alcanzó notoriedad, y no solo entre la comunidad afroamericana: Little Richard fue el primer artista negro cuyos temas sonaban en las radios comerciales de Estados Unidos, y en sus concierto se juntaban sin distinción negros y blancos, pese a que esta circunstancia violaba las leyes de segregación racial de los estados sureños.

Compañero de generación de otros mitos del rock como Chuck Berry, Fats Domino, Ray Charles y Jerry Lee Lewis, la música y el carisma de Little Richard fueron influencia directa para artistas como Elvis Presley (para quien escribió algunas canciones), Jimmy Hendrix, Paul McCartney, Mick Jagger, Otis Redding o David Bowie, quien, al igual que Prince, también tomaron nota de la peculiar imagen que Richard proyectaba desde el escenario, rompiendo con la habitual imagen masculina para jugar con la ambigüedad de género.

Aunque su convulsa vida personal, marcada durante años por sus escarceos con las drogas, provocó que su estrella se apagara en los setenta, la muerte de su hermano y la religión le ayudaron a reorganizar su vida y su carrera, que resurgió con fuerza en la segunda mitad de los ochenta. Durante su dilatadísima carrera, Little Richard vendió más de 30 millones de discos en todo el mundo.