En el espacio dedicado al oficio de ferreiro en el museo grandalés hay una fragua, un regazal, un cajón de madera y losas de pizarra y barquín manual. También se conservan una pila de agua para templar el hierro y dos yunques.

Es el Museo Etnográfico de Grandas de Salime Pepe el Ferreiro uno de los principales atractivos turísticos del occidente asturiano. Su singularidad son las más de 20.000 piezas que recuerdan al mundo rural de antaño y que se disponen en salas, ubicadas en tres casas, y en una amplia zona exterior sin paneles ni otros soportes informativos, recordando las estancias de las viviendas de los pueblos y sus costumbres con un realismo poco conocido. En total, 3.000 metros cuadrados que devuelven al visitante a la forma de vida de antaño.

El complejo, referencia en etnografía para España, fue fundado en 1984 por José María Naveiras Escanlar, "Pepe el Ferreiro", (1942-2020), recientemente fallecido. Este emblemático vecino grandalés recopiló material de los caseríos para mantenerlo (tenía un taller y era herrero) y conservarlo. Su trabajo, hoy reconocido por etnográficos de todo el país y especialistas en cultura asturiana, supuso un antes y un después para Grandas y para Asturias. Todo este patrimonio material e inmaterial se exhibe con magistral discurso. Y todas las piezas que se muestran al visitante funcionan, aunque no es posible ver en directo la maquinaria que es parte de la colección por cuestiones de logística y plantilla. Pepe el Ferreiro logró, de este modo, poner el foco en la importancia de las tradiciones culturales asturianas rurales cuando se presentaba un cambio cultural, social y económico que dejaba atrás aperos, conocimiento y tecnología rural, además de un estilo de vida.

En el plano del museo se enumeran diecinueve rincones de referencia en los que se encuentran: el cabanón, la casa rectoral, el corredor, la maqueta de mazo de Mazonovo hecha por el fundador del museo, el cobertizo, el hórreo, la panera, el pozo, la meda, el molino, la era, la casa del molinero, la maqueta del batán, el cortín, la casona, la fábrica de gaseosas, el cabazo, la zona donde se guardan los aperos de labranza y la capilla de San Juan.

La visita empieza en la casa rectoral, dividida en salas que muestran la casa de campo de hace décadas y los oficios entonces populares. Hay cocina o lareira, sala con material de trabajo textil, sala de estar, cuarto, una numerosa colección de yugos, tornería, estancia dedicada a la madera, taller de zapatero, fragua, bodega y cantina.

En el interior de la casona continúa el viaje por el mundo rural de antes. Se recrearon una cocina más evolucionada, una sastrería, una barbería, un ultramarinos, una oficina postal, un hospitalillo y una escuela, una consulta de dentista, y se muestran materiales relacionados con la apicultura, la caza y la pesca, además de madreñas, galochas y zocas, así como colecciones de pesos y medidas y sistemas de alumbrado.