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CRÍTICA / CINE

La lista de Abby

"Unplanned" lanza una cruzada antiabortista sin medias tintas y de corto alcance cinematográfico

La lista de Abby

Unplanned inicia su cruzada con imágenes de una familia feliz. Marido encantador y guapo, hija encantadora y guapa, madre encantadora y guapa. Estampa idílica antes de mostrar la ocupación de Abby Johnson: trabaja en una clínica de planificación familiar. O sea, un lugar donde, entre otras cosas, se practican abortos aunque ella se considera una asesora de mujeres embarazadas. Todo empieza a cambiar cuando asiste en directo a un aborto y ve lo que sucede (minuciosamente expuesto por los directores). En el exterior, manifestantes pro-vida/antiabortistas increpan a las empleadas y a las mujeres que llegan, o intentan convencerlas para que cambien de opinión. Hasta que los responsables de la clínica se cansan y ponen en marcha los aspersores. Abby tiene problemas en casa: sus padres encantadores rechazan su profesión. Y su segundo marido la respeta pero tampoco está de acuerdo. Ella se mantiene en sus trece porque aún piensa que está haciendo una labor social que favorece a mujeres en problemas. Poco a poco se van planteando situaciones que minan su convicción: asistencia a la iglesia donde se cuestiona el aborto, charlas con angelicales protestantes tras la verja, reconstrucción de restos fetales... Y, sobre todo, una reunión empresarial en la que se pide a las responsables que se aumenten los abortos porque, como dice su jefa (a la que solo le faltan cuernos y rabo), el aborto es como las patatas y el refresco en las hamburgueserías: mucho beneficio y poco coste.

"El aborto paga tu salario", le espeta la malvada a Abby cuando esta osa criticarla, "un instrumento de la política empresarial". El aborto como modelo de negocio. A Abby la amonestan a pesar de su hoja de servicios impoluta, y es entonces cuando la película abandona cualquier mesura: rezos épicos, un juicio trascendental que escamotean, teorías sobre conspiraciones y discursos lacrimógenos de culpa y redención (tipo La lista de Schindler) tras una metamorfosis moral tan repentina como poco creíble que resume un producto de guión maniqueo, personajes esquemáticos, hechuras de telefilme irrelevante e interpretaciones robotizadas que huyen de los matices como arma que carga el diablo.

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