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CINE / CRÍTICA

La gran familia y uno más

Torrente entró como un elefante en una chatarrería haciendo de la caspa, la mugre, el pus y las pedorretas un espejo donde se reflejaban tantos machistas, homófobos, racistas y reaccionarios de sobaco húmedo e ideas resecas. Santiago Segura creó un personaje repulsivo y necesario que levantaba las tapas de las cloacas. Su fetidez era una señal de alarma colectiva, como lo es ahora la peste de intolerancia, agresividad y veneno que campan a sus anchas por las redes sociales. No estaría mal un Torrente en Twitter. Pero no es probable que Segura se encargara de presentarlo en suciedad. Las últimas entregas de la saga, cada vez más descafeinadas, dejaron bien claro que prefería pasarse a la comedia amable, bonachona, inofensiva.

Por ejemplo, Sin rodeos, remake de una cinta chilena de la que cuesta recordar una sola escena. O Padre no hay más que uno, otro remake, en este caso de un título argentino. Humor muy blanco que conectó con el público, gracias sobre todo al trabajo sobresaliente de algunos intérpretes infantiles y a la coña marinera con la que Segura salía a navegar por las procelosas aguas de los grupos de madres en WhatsApp. A los críos les encantó y muchos padres pudieron ir a una sala con ellos sin necesidad de mirar el reloj cada dos por tres. Y es que tenía gracia, para qué negarlo, sin que Segura se esforzara demasiado en darle un empaque formal más ambicioso que la simple puesta en escena aseada y amigable.

Cómo no iba a repetir jugada en una secuela cuyo mayor valor estriba en haberse estrenado en tiempos del virus para intentar echar un cable a un sector masacrado y sin estrenos que atraigan al público. Bravo, Segura. ¿Y la película qué? Más de lo mismo pero limando cualquier aspereza para ser bondadosa a tope. Algunos chistes funcionan, otros son un pelín burdos. Algunos intérpretes están muy bien y otros no se sabe qué pintan ahí. Ah, que son amiguetes. Y qué bien Loles León, oye. El público sabe lo que va a ver y se lo pasa bien. Aunque sospecho que Torrente bostezaría con tanto buen rollito de primavera.

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