Desearía aprovechar este espacio que brinda La Opinión-El Correo de Zamora (periódico que pertenece a Prensa Ibérica, grupo al que también pertenece LA NUEVA ESPAÑA), para expresar públicamente mi gratitud a los profesionales del complejo hospitalario del Hospital Virgen de la Concha de Zamora, de la planta de COVID-19 y de la UCI.

Mi esposa ingresó dos días antes que yo en la planta quinta donde estábamos los pacientes de coronavirus. Compartimos tres días la misma habitación, hasta que llegó el momento de trasladarla a la UCI. Ahí vi ya el trato exquisito y humano de los médicos que nos dejaron solos en la habitación por si queríamos decirnos algo. Nos despedimos deseándole que volviera pronto. Aunque hubo un momento de esperanza de poder regresar debido a su mejoría, ésta se truncó y ya no volvió junto a mí.

Y aquí es donde la calidad humana, además de la profesional de los médicos, no queriendo personalizar en ninguno, se puso de manifiesto: mi mujer no murió sola. Tuvo mi calor, mi cercanía, y yo tuve el consuelo de estar con ella, de asistirla en el último momento de su vida. No pudieron hacer lo mismo nuestros hijos, pero a mí me dieron esa oportunidad de la cual les estaré eternamente agradecido. Ese gesto humanitario no lo olvidaré jamás.

También abarca mi agradecimiento a los responsables de la planta quinta donde estaba ingresado por permitirme salir del hospital a acompañar a mi esposa hasta su última morada. El mismo gesto profesional y humanitario hace que también les exprese mi agradecimiento, por esto y por el buen trato recibido por todo el personal, hasta que gracias a Dios me dieron el alta.

Pablo Modroño Alonso (Villalpando)