La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El último viaje de Pierre van Oorden

El belga que acabó en Gerona creyendo que se dirigía a Gijón falleció en diciembre: “Vino a estar a mi lado”, dice su hermana

Con su hermano Pierre, hace unos años. | Ángel González

Los cuidadores del geriátrico de Charleroi en el que Pierre van Oorden pasaba sus días no salieron de su asombro cuando aquel hombre de 72 años, que apenas podía valerse por sí mismo, pidió que le abrieran la puerta para viajar a Gijón. Quería reencontrarse con Elisa, su hermana pequeña, a la que hacía dos años y medio que no veía. Pero terminó perdido en Girona, por una confusión fonética con el nombre de la ciudad catalana y Gijón, que en francés se pronuncian de manera similar. Lo que aquellos cuidadores no sabían es que en realidad aquel pensionista belga estaba planteándoles una de sus últimas voluntades porque Pierre van Oorden falleció el 27 de diciembre, varias semanas después de haber regresado de Asturias tras haber cumplido su deseo. “Vino porque quería morir a mi lado. Fui la única que me preocupé de él”, explica Elisa van Oorden.

Elisa Van Oorden, en el barrio gijonés de Pumarín. | Ángel González

Pierre van Oorden se reencontró con la pequeña de una saga de seis hermanos el 5 de agosto, en Avilés. Fue después de un viaje de pesadilla que duró 15 días y que le llevó a ingresar en dos hospitales, el de Santa Caterina, en Girona, y el San Agustín, en la Villa del Adelantado. En los dos obró de la misma forma. Como en el geriátrico en el que vivía, pidió el alta voluntaria para cumplir su misión: ver a su ojito derecho, su hermana Elisa, que es vecina de Pumarín desde hace años.

Pierre van Oorden conocía bien Gijón. Trabajador jubilado de la marca de cerveza belga Belle-Blue, vivió durante algunos años en la ciudad asturiana a mitad de la década pasada. Se asentó junto a su mujer y su hijo en una vivienda cerca de la estación de autobuses. Estuvo hasta el año 2018, asegura Elisa, aunque nunca llegó aprender castellano de manera correcta. Un buen día, con la excusa de resolver unos trámites burocráticos en su país natal y al poco de haberse separado, Pierre Van Oorden marchó sin dejar rastro. “Estuve dos años sin saber de él. Pregunté, pero nadie me supo decir nada”, asegura la hermana con emoción.

Pero de forma tan inesperada como desapareció, Pierre van Oorden, de bigote rubio a lo José María Íñigo, volvió a aparecer. Fue el 23 de julio cuando Elisa van Oorden recibió un sorprendente mensaje en su cuenta de Facebook. Lo firmaba un tal Albert, un mosso de escuadra de Girona, que había localizado a Pierre perdido en la ciudad catalana. El belga había salido el 21 de julio de Charleroi y llegado a Cataluña creyendo que estaba en Asturias. Estuvo desorientado dos días hasta que fue localizado por una pareja de mossos en Salt, una ciudad pegada a Girona.

Pierre van Oorden, de 72 años, con dos ictus a sus espaldas, diabético y sin ser capaz de controlar sus necesidades fisiológicas, ingresó en el centro médico catalán de donde se marchó para ver a su hermana, sin sospechar que ella en realidad estaba a cientos de kilómetros. Van Oorden volvió a perderse y esta vez fue una patrulla de municipales el que lo volvió a localizar el 24 de julio. Albert, el mosso, decidió acompañarle al centro de acogida de La Sopa, donde trataron de hacerle entrar en razón. Lo suyo les costó. “Mi hermano, cada vez que veía un parque, pensaba que estaba delante de mi casa”, explica Elisa Van Oorden. “Me llamaron y me dijeron que lo mandaban al aeropuerto de Oviedo, pero claro. En Oviedo no hay aeropuerto, está en Castrillón”, prosigue.

Lo dice para explicar por qué no apareció el 3 de agosto, cuando Pierre van Oorden llegó por fin a Asturias. No fue hasta dos días después, el 5 de agosto, cuando Elisa y Pierre volvieron a verse. Y es que el bonachón belga volvió a perderse al poner pie en tierra. Esta vez fue gracias a un tal Sabino, un taxista que antaño fue Guardia Civil el que vio a Pierre pidiendo fuego para encenderse cigarros en la terminal de Santiago del Monte. El belga ingresaría en el San Agustín, pero solo para pedir el alta. “Estaba en muy mal estado cuando le recogí. Los taxis no querían ni recogerle”, apunta Elisa.

La estancia de Pierre van Oorden en Gijón no fue idílica. Su estado de salud obligaba a Elisa a estar todo el tiempo pendiente de él. La salud de la mujer tampoco es boyante. A punto de cumplir 60 años, padece asma y relata que sufrió dos graves ataques de esta enfermedad durante la estancia de su hermano en su domicilio. “Quería que envejeciéramos juntos, pero vio que no me podía ocupar de él así que decidió él mismo regresar a Bélgica”, apunta. La mujer cree que aquello sucedió hacia finales de agosto. “Le dije que, cuando pasara la cuarentena, estaríamos en contacto”, añade.

No fue así. La última vez que Elisa Van Oorden volvió a saber de su hermano fue en realidad el 6 de enero. Las noticias no podían ser peores, porque le comunicaron que el mayor de los Van Oorden llevaba muerto desde el 27 de diciembre. El último adiós a Pierre fue el 11 de enero, con una discreta ceremonia en el crematorio de Charleroi sin ningún asistente. “Tuve que hacerme cargo de los gastos. Nadie quiso ocuparse”, lamenta una mujer para la que el dolor aún está reciente y para la que el hecho de que Pierre emprendieran su gran odisea para pasar sus últimos días junto a ella no parece un gran consuelo.

Compartir el artículo

stats