Saludo a la mesa presidencial y al resto de personalidades asistentes al acto: Vicerrectora Extensión Universitaria y Cultura, Carmen Adams; el Director General Cultura y Patrimonio del Principado de Asturias. Pablo León Gasalla; el Presidente Jurado y Patrono Fundación Valdés Salas, Leopoldo Tolivar Alas; el Concejal de Hostelería, Turismo y Congresos del Ayuntamiento de Oviedo, Alfredo García Quintana; el Presidente de la Asociación Amigos Caminos del Norte, Laureano García Díez; el de la Presidente Fundación Valdés Salas, Joaquín Lorences; el Director de Fundación Valdés Salas, Isidro Sánchez; la Subdirectora General de LA NUEVA ESPAÑA, Ángeles Rivero, y quiero hacer una mención especial a mi antiguo profesor y maestro, Jesús Menéndez Peláez.

Quisiera expresar nuestro agradecimiento, en nombre de mi madre y de toda mi familia (aquí representada por mi hermana menor, Mónica), a la Fundación Valdés Salas y a la Universidad de Oviedo por este RECONOCIMIENTO en forma de PREMIO al diario de mi padre, Herbert Simon, con carácter póstumo. 

Gracias también a las personas del Servicio de Publicaciones que han colaborado en la edición trilingüe de este diario que hoy se presenta, particularmente a Juan Evaristo Fernández Heria; a la Casa de las Lenguas por la versión en inglés, y a Ramón Rodriguez Corao del Servicio de Audiovisuales de la Universidad por el fondo visual. 

Gracias, pues, por este RECONOCIMIENTO, porque entendemos que más allá del diario de mi padre, se reconoce su faceta de pionero, su carácter singular e independiente, cuando emprender el Camino era algo extraordinario.

Al fallecer mi padre a la edad de 82 años en 2003, me hice cargo de su ingente archivo documental, fotográfico y bibliográfico, incluido todo sobre sus Caminos de Santiago. Cuando se creó este premio, hace unos años, intuí que cabría presentar precisamente el diario de este Camino, el Primitivo, siendo Oviedo “Origen del Camino”, como reza con mucho acierto el nuevo lema.

Hace tres semanas Herbert Simon hubiera cumplido 100 años. Fue un hombre de acción, con una gran curiosidad intelectual, sociable, de familia al mismo tiempo que muy individualista. 

Con todo, fue sencillo y campechano: probablemente estaría abrumado con el acto de hoy. 

Fue una persona alegre, a pesar de todas las dificultades pasadas en su infancia y juventud (nacionalsocialismo, guerra y posguerra), y tenía ese sentido del humor renano. Fue un melómano, que tocaba el piano y cantaba con fervor. 

Por ello escogí el pseudónimo de TANNHÄUSER cuando presenté su diario al Premio Alfonso II. Tannhäuser, el peregrino de Wagner, su ópera favorita.

Mi padre fue un personaje fáustico que admiraba al Quijote, que nos leyó ya desde pequeños.

Su vinculación con el mundo hispano data de su juventud, con una gran pasión por Alexander von Humboldt, cuyos pasos siguió, realizando sus grandes expediciones por América Latina, donde trabajó como profesor de ciencias en los colegios alemanes de Lima, La Paz, Puerto Montt y Bogotá.

Su vinculación con Asturias se remonta al año 1961 (el año de la construcción del muro de Berlín), cuando llegó por primera vez con su esposa Liliana y sus dos hijas muy pequeñas (entre ellas yo). Las fotos reflejan su curiosidad y admiración por esta tierra, sus paisajes, paisanajes, flora y fauna, cultivos y monumentos, hórreos y fiestas populares. 

Una y otra vez hemos regresado a esta tierra, en especial a la zona oriental, y así fue como acabé echando raíces aquí.

Desde la década de 1970, Herbert Simon se dedicó al redescubrimiento y a la difusión del Camino de Santiago, caminándolo y estudiándolo, recalcando su valor simbólico en la unificación y reconciliación europea (“Andando se siente Europa”, dijo en una de sus entrevistas con la prensa). 

En aquella época, mucho antes del boom conocido a partir de la década de 1990, Herbert Simon fue, pues, un pionero. Emprendió su primer Camino en 1978, desde Roncesvalles. Los tan solo 13 (sí: trece) peregrinos registrados aquel año 1978 en Santiago de Compostela contrastan con los 347.578 del año antes de la pandemia Covid-19. 

Su segundo Camino fue el Primitivo, en julio de 1980, recorriendo 368 km, con una media diaria de 41 km. Aquel año 1980 fueron registrados tan solo 209 peregrinos en Santiago de Compostela, sin concretar cuántos salieron desde Oviedo: probablemente Herbert Simon haya sido el único.

El Camino iniciado por Alfonso II estaba prácticamente olvidado y sumamente descuidado. Mientras en las temporadas recientes pre-Covid-19 ha llegado a parecerse a una romería con los 15.715 caminantes en 2019.  

La semana pasada asistí a un acto en el Club de Prensa de la LNE sobre la protección del Camino. Uno de los ponentes hablaba de una “sobreoferta de servicios”. 

Pues bien, entonces, en 1980, no había prácticamente NADA. Ni flechas amarillas, ni red de albergues, ni sendas acondicionadas. Muchos tramos transcurrían por las orillas de las mismísimas carreteras.

Herbert Simon emprendió varios Caminos más, siendo su gran y principal Camino el de 1985 cuando salió a pie desde la catedral de su ciudad, Köln (Colonia) para llegar a la catedral de Santiago en dos meses y medio, tras 2484 km. 

Fue tejiendo sus redes, creó y participó en asociaciones, con cargos y muchas tareas, entre ellas la construcción de albergues en Azofra y en el ascenso a O’Cebreiro.

Fue el fundador y presidente de los Santiago-Freunde Köln (Amigos de Santiago de Colonia) para quienes diseñó el ingenioso sello con las torres de la catedral de Colonia arropadas por una vieira. 

Contribuyó, pues, significativamente a la divulgación del Camino en Alemania, y en Europa.

En unas treinta ocasiones, entre 1986 y 1998, acompañó como guía a grupos de lo más diverso. Con frecuencia incluían una parada en Asturias, con visitas a la catedral de Oviedo, a la Cámara Santa y a los monumentos prerrománicos. 

Cuando mi padre emprendió este Camino original, llamaba tal atención que aparecía en reportajes en la prensa asturiana y gallega, en El País, y en los medios alemanes. 

La Voz de Asturias lo retrata en su portada en el día de su salida, en julio de 1980: “EL ÚLTIMO PEREGRINO SALIÓ AYER DE LA PLAZA DE LA CATEDRAL HACIA COMPOSTELA.” Tras su llegada, retoma el asunto: “EL ÚLTIMO PEREGRINO QUE SALIO DE LA PLAZA DE LA CATEDRAL, LLEGÓ FELIZMENTE A SANTIAGO DE COMPOSTELA.” Herbert Simon aprovecha esa publicidad para: “…que la Administración acondicione la tradicional ruta,” o que “el monasterio de Obona, hoy en ruinas, se convierta en un centro internacional al servicio de los jóvenes para mantener algo tan tradicional como es el Camino de Santiago.” 

El Ideal Gallego lo recoge en un reportaje titulado “Un alemán de 59 años hizo a pie el viejo camino de Santiago.” En la entrevista, Herbert Simon relata: 

“Aunque pueda sonar raro, lo que me motivó a realizar la desviación del camino francés desde Oviedo fue la lectura del viejo verso ‘quien va a Santiago y no va al Salvador visita al criado y deja al señor.’ Y, en verdad, la majestuosidad, humanidad y expresividad de la figura del Salvador justifican el haber hecho la desviación. Además, aunque el camino está muy descuidado, el trayecto a través del bosque favorece la consecución de una gran paz espiritual.”

A la pregunta “¿Morirán las peregrinaciones?,” responde: 

“En la Edad Media se reunían en el Camino de Santiago todas las culturas europeas. Yo creo que las peregrinaciones no morirán porque Europa necesita, en estos momentos de crisis, más unidad, y los políticos y los grandes religiosos deberían marchar, por lo menos simbólicamente, a través de este camino, que si algo ha significado es precisamente eso: unidad de todos los pueblos europeos por encima de todo.” 

Esa idea que recalca Herbert Simon, tanto en sus enunciados en los medios como en su diario, concuerda a la perfección con el objeto de la convocatoria de este premio, que pretende, por una parte, “mantener vivo el recuerdo de que el primer peregrino y fundador del Camino de Santiago fue Alfonso II, cuya iniciativa contribuyó de forma decisiva a incorporar al embrionario Reino de Asturias al proceso de construcción de Europa.” 

Además, el diario contiene “vivencias y reflexiones personales de su autor anotadas a lo largo del Camino Primitivo de Santiago en el contacto con el medio natural y cultural del trayecto recorrido.” Mi padre describe la naturaleza, flora (retamas, pinos, eucaliptos) y fauna (incluidos los perros con la amenaza que suponen para el peregrino), la belleza y también la dificultad del camino, casi sin señalizar. Subraya la buena gastronomía asturiana, cafés y copas incluidos (apunta precios en pesetas de algunas consumiciones y pernoctaciones). Mención especial se merecen las gentes amables con que se encuentra (taberneros, curas, obreros,… “una mujer joven y bella”). Se le invita a un trago en el bar (Tineo) o a un café en una venta (Allande). En Grandas de Salime conversa con un tal “José Naveiras Escandón (herrero del lugar, joven y con mucha cultura)” (diario del 4 de julio de 1980). 

Se detiene para visitar iglesias (cuando se encuentran abiertas) y a admirar monumentos. Observa, saca fotografías y toma apuntes. En Asturias resalta la belleza (y también la decadencia) de los monasterios de Cornellana y Obona, o la iglesia de San Francisco de Tineo. 

El que fuera titulado como “El último peregrino”, en realidad resultó ser el primero en una nueva etapa de este Camino milenario, emprendido por primera vez por Alfonso II en el siglo noveno (834). 

Esa fue mi motivación para transcribir su diario, 40 años después, y presentarlo al concurso. 

Concluyo, pues, expresando de nuevo nuestro agradecimiento por ese III Premio Alfonso II a título póstumo a mi padre, Herbert Simon, con el deseo de haber contribuido a hacer algo más visible este Camino original y Asturias, tierra querida por nosotros. 

Claro está que con la pandemia ocasionada por el Covid-19, los Caminos de Santiago, entre ellos éste, están sufriendo un importante parón. Pero se recuperarán más pronto que tarde, y podremos volver a decir: ¡VLTREIA ET SUSEIA! ¡BUEN CAMINO!