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Julio Rey, en su casa de Purón (Llanes). | Miki López

“Dejamos Madrid para vivir en Purón porque estoy en otro ciclo vital más maduro y conforme”

“Tengo 66 años, físicamente no soy el mismo y la ventaja es que me siento seguro y empiezo a estar de acuerdo conmigo”

Julio Rey Melijosa (Madrid, 1955) –guionista intelectual y gráfico de Gallego y Rey– se mudó a su casa de Purón (Llanes).

–Mi padre vino a Santillana del Mar con una beca de Bellas Artes, se acercó a Llanes, flipó y encontró a la mujer de su vida. Era un retratista académico muy bueno y vendió mucho en Llanes.

El director del Instituto Quevedo de las Artes del Humor, dependiente de la Universidad de Alcalá de Henares, veraneante de siempre, crecido en El Riveru, se casó con la gijonesa Soledad Ramos.

–¿Y eso de dejar Madrid?

–Estoy en otro ciclo vital. Tengo 66 años, físicamente no soy el mismo y la ventaja es que me siento seguro de mis decisiones e ideas y empiezo a estar de acuerdo conmigo. Tuve un infarto hace 12 años y empecé a soltar lastre. Mi yo nuevo ahora está en plena madurez.

–¿Le ayudó la pandemia?

–Sí. Al dejar de trabajar en la redacción entendí que podía hacer la tira sin ese ambiente de calidad humana y sinergia. Un sueño de mi esposa y mío era volver a las raíces y a la naturaleza por la puerta grande. Estoy expectante e ilusionado.

–¿Cuánto llevaba sin venir?

–Un año. Confinamos a rajatabla porque soy muy obediente con médicos y autoridades. No es lo mismo vivir en 300 metros que en 30 y en Madrid me sentí protegido por la casa. Mi estado reflexivo me hace valorar lo que tengo.

–¿Puede teletrabajar aquí?

–Tengo buena señal de internet. En Purón somos 11 personas y seguiremos sin cobertura telefónica.

–¿Teme al invierno?

–No, soy consciente de dónde me meto. Purón me está dando una felicidad total desde hace una semana porque tengo la perspectiva de vecino física y mentalmente integrado. Haremos temporadas en Gijón y volveremos algún fin de semana a Madrid, donde pasear el domingo por el centro transmite mucha vitalidad. Mi esposa y yo somos esponjas de lo positivo.

–¿Y sus hijos?

–Álvaro, de 33 años, tiene su vida en Madrid y Pablo, de 29, encontró trabajo y compañera en León.

–¿Pintará más?

–Estoy creativamente hiperactivo. Miguel Munárriz hará circular lo que pinte y he terminado una novela gráfica de la pandemia.

–Sus bocetos son publicables.

–Lo mío es el concepto y el análisis político, pero cuando lo encuentro me apetece dibujarlo.

–¿Ve a Gallego alguna vez?

–Desde el confinamiento, no. En reuniones telemáticas. Somos una máquina bien engrasada.

–¿Cómo se defiende de los memes, rápidos y graciosos?

–Como en Twitter a los dos segundos ya hay chistes muy buenos sobre la actualidad he radicalizado mi estilo, sin palabras, con metáfora visual y soy más “Gallego y Rey” que nunca. Así no coincido con nadie. Me identifico como nunca con lo que estoy haciendo.

–¿Antes era mucha penuria?

–Al ver la tira publicada se me ocurría algo que me gustaba más. Me he exigido consciente y satisfactoriamente porque no me hizo infeliz y me ayudó a evolucionar.

–¿Su carácter es así?

–Siempre me he hecho preguntas pero para buscar respuestas, sin dejarme caer en la melancolía ni el derrotismo. Siempre sentí que me faltaba algo y mi esposa es tan importante porque lo ha llenado ella.

–Empezó en “Diario 16”.

–Con Pedro Jota, pura improvisación creativa y periodística. Como la crítica de televisión de Federico Jiménez Losantos no llenaba la página y el faldón que dejaba no siempre tenía publicidad, Pedro Jota le pidió una viñeta a Gallego, al que había traído de caricaturista de “Blanco y Negro”. Gallego no es capaz de hacer un guion y me lo ofreció a mí. Hicimos tiras de TV.

–Al año los pasó a Opinión.

–Tenía hambre de periodismo y aquella redacción épica me deslumbró. Pedro Jota me dijo que diera el coñazo a los compañeros para tener buena información.

–¿Le puso condiciones?

–Que la tira no fuera mentira ni una paja mental. Al lector mi ideología no le interesa, sí mi análisis.

–¿Se nota su ideología más en “A vivir que son dos días” (Cadena SER, sábado y domingo)?

–Sí, porque Javier del Pino me fichó para que dé mi opinión. Voy tal como soy y por eso meto la pata más que con la tira. Tras 10 temporadas tengo un vínculo que en el periódico no me permito porque antepongo la tira a todo.

–Felipe González, ¿evolucionó hacia la caricatura?

–Ya no es el mismo Felipe. El presidente del Gobierno no tiene verdadero poder; un banquero, sí. Cuando un político coge el ritmo de los banqueros, deja de ser político. El papel de jarrón chino le gusta: sabe que es de la dinastía Ming.

–Estuvo en “la bodeguilla”.

–Sí, allí Felipe era íntimo. Aunque solo hablaba él, tenía mucho que decir y sus análisis eran certeros. Me rendí ante el que admiraba.

–Pero le pegó en la tira.

–Porque era mi trabajo.

–Aunque cascó más a Guerra.

–Y cuando coincidí con él en tertulias fue muy elegante y nunca me lo recordó. Es muy inteligente y de los que se aprende.

–Aznar.

–El primer político profesionalizado: no quería serlo por ideología, sino por poder. Me invitó a una comida poco interesante durante la guerra del Golfo en la que fue prepotente y soltó lo que le preparó Miguel Ángel Rodríguez. El tópico de Aznar no es un tópico, es Aznar. Tras el 11M, el mayor atentado de España, su resentimiento le hace perder perspectiva y está en guerra continua con el mundo.

–Rodríguez Zapatero.

–Ceja y poco más. Era interesantísimo Rubalcaba. Tuve el placer de conocerle y dijo y practicó cosas que siguen siendo de referencia. Mandaba y era el estratega.

–Rajoy.

–Llegó de carambola, para que no llegara Rodrigo Rato. Sabe poner popa al viento y toreó los problemas políticos, pero era difícil de administrar la dirección del partido más corrupto de España, pese a que es un corcho y aguantó todo.

–Hasta Pedro Sánchez.

–Que es Pedro Sánchez. Su enorme ego y confianza en sí mismo le han puesto ahí. No es referencial para mí. Para mí los políticos no son personas, son material de trabajo.

–Isabel Díaz Ayuso.

–Es un producto manufacturado con una estrategia y una ambición política no solo suyas. Quiere llegar a Moncloa por vanidad, y su equipo, por pillar cacho. Su éxito en Madrid, más que su victoria es la derrota estratosférica de la izquierda. Quizás al creérselo empiece a ser quien es y meta la pata antes.

–¿Pablo Iglesias?

–El tiempo de Podemos ha pasado. El 15M fue increíble, pero no supieron crear una estructura por su propia ideología asamblearia que obligó a Iglesias a convertirse en un “dictador”: alguien tenía que mandar. Como material de trabajo, Iglesias era buenísimo, incluso tras cortarse la coleta.

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