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Miguel barrero Escritor, publica su recopilación de artículos “Siempre de paso”

“Que aún hablemos del cadáver de Lorca dice mucho de lo mal resuelto que tenemos el pasado”

“No se puede leer a Machado y no acabar siendo machadiano” | “Cunqueiro es uno de los grandes escritores europeos del siglo XX”

Miguel Barrero. J. Rus

Miguel Barrero (Oviedo, 1980) es director de la Fundación Municipal de Cultura de Gijón. Pero en esta entrevista comparece sólo como escritor. Es autor de siete novelas, un volumen de diarios y acaba de publicar en la editorial Pez de Plata una recopilación de artículos titulada “Siempre de paso”.

–En el prólogo de “Siempre de paso” habla de su absoluta incapacidad para teorizar sobre lo que escribe. ¿Entonces abortamos esta entrevista?

–Deberíamos. Tampoco creo que un escritor sea la persona más indicada para ponerse a teorizar sobre su obra; si no consigue que el libro se explique por sí mismo, eso quiere decir que ha fracasado. De todos modos, supongo que si la cosa se queda aquí el editor se llevará un disgusto, así que tampoco nos cuesta nada seguir y evitárselo.

–¿”Siempre de paso” es sólo el título del libro, o el denominador común que inspira a todos los artículos que contiene?

–“Siempre de paso” fue el título de una sección que mantuve en la revista cultural Zenda entre 2016 y 2020. Le puse ese título por dos razones: como un homenaje a Luis Eduardo Aute, que estaba presente cuando me ofrecieron publicar allí, y para curarme en salud y evitar adscribir aquella columna a una temática o un género concreto. Cuando decidí amortizarla tras el confinamiento de 2020, me di cuenta de que a lo largo de ese tiempo había publicado varios artículos que tenían en común no tanto el tema del viaje como el de los vínculos que se crean entre los espacios geográficos y las palabras que los narran. Y al mismo tiempo, reparé en que esos artículos se emparentaban con otros que ya había publicado en otros medios y que podían conformar un bloque bastante homogéneo.

–El primer artículo aborda sus visitas a Collioure y en el último se pasa por Soria. Siempre con el fantasma de Machado pisándole los talones. ¿Por qué es usted machadiano?

–También ahí hay un guiño. El primer capítulo del libro consta de dos artículos que escribí mientras trabajaba en mi novela “Camposanto en Collioure”. El último cuenta el viaje a Soria que hice, precisamente, para presentar esa misma novela allí, creo recordar que en abril de 2015. En cuanto a su pregunta, no sé muy bien qué responder, salvo que no creo que se pueda leer en serio a Machado y no acabar siendo machadiano.

–¿Estos artículos son la obra de un escritor “mitomaniaco” de escritores? Lo digo por la cantidad de gente con buena pluma que aparece en las páginas…

–Depende. En algunos casos, sí fueron viajes planificados con premeditación y alevosía en torno a ciertos hitos literarios. En otros, la literatura salió al encuentro de manera totalmente inesperada. Pero como norma general, me parece evidente que los entornos que nos rodean condicionan nuestra percepción del mundo, lo que en el caso de los escritores es tanto como decir que incide directamente en su obra. Uno entiende mejor a Cunqueiro cuando deja pasar las horas por las callejuelas de Mondoñedo, y dudo mucho que Benet hubiera tramado Región sin su paso por las obras del embalse del Porma.

–Ande, teorice un poco sobre lo que escribe: ¿qué aprendió del oficio mientras escribía los artículos de “Siempre de paso”?

–El texto más antiguo de los que se incluyen aquí debe de datar de 2005, y por lo tanto han pasado ya más de tres lustros en los que llevo publicados nueve libros y una cantidad tal de artículos que ni siquiera sabría dar una cifra aproximada. Y sin embargo, tengo la sensación de estar constantemente aprendiendo; y lo que es peor, de que escribir me cuesta ahora bastante más que antes.

–En su libro rescata personajes apasionantes, como el de Agustín Penón, el primero que se adentró en la interminable búsqueda de los restos de Lorca. ¿Es hora de dejar de buscar ya? La propia familia lo pide, incluso…

–Entiendo que debe prevalecer la opinión de la familia, que al fin y al cabo es la propietaria de los restos, dicho sea entre comillas. Pero el caso de Lorca es muy complejo, por lo que todos sabemos, y considero comprensible que lectores y estudiosos tengan interés en conocer el lugar exacto en el que están sus huesos. Y a esto hay que añadir una tercera cuestión que enreda aún más el asunto: los familiares de Lorca no quieren buscar su cadáver, pero los parientes de las personas a las que asesinaron junto a Lorca si quieren dar con sus cuerpos, y la localización de unos implica irremediablemente la del otro. En cualquier caso, que a estas alturas sigamos hablando del cadáver de Lorca, y que incluso haya quien se atreva a asegurar que de estar hoy vivo votaría a partidos de la misma ideología a la que se opuso, no hace más que evidenciar lo mal resuelta que tenemos nuestra relación con nuestro propio pasado.

–Una curiosidad. En “Siempre de paso”, aborda la nebulosa biografía de William B. Arrensberg a quien Úrculo dedicó la conocida escultura de la plaza Porlier de Oviedo. Usted asegura que asistió a la inauguración de la obra y que pasó totalmente desapercibido… ¿Existió realmente el tal Arrensberg o es todo una ficción?

–Todo lo que sé de Arrensberg me lo contó Juan Cueto, que me puso sobre la pista y me brindó algunos textos y me animó a documentar un libro que nunca escribí y que finalmente acabo siendo más o menos este artículo, que creo que él ni siquiera llegó a leer. No me dio su autorización para desvelar el secreto, así que no estoy en condiciones de hacerlo.

–La última. De todos los personajes e historias que afloran en el volumen ¿usted con cuál se queda?

–Con la torre de Montaigne y con el viaje por la Tierra de Campos. Son los textos de los que mejor recuerdo guardo. También con los cuatro apartados sudamericanos, porque retratan el descubrimiento de un continente. Y en cuanto a personajes, aprovecharé este remate para reivindicar a Álvaro Cunqueiro como uno de los grandes escritores europeos del siglo XX.

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