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“Palestra”, la cera más caliente

Comedia de humor corrosivo y final sorprendente

Una imagen de “Palestra”.

Preparando la cera para una depilación. Preámbulo del dolor. “Palestra” tiene pinta de documental: tres amigas que intercambian opiniones y experiencias con pelos y señales. Pero es ficción, y simula ser comedia: coitos parlanchines, confidencias procaces, ingles sometidas al violento proceso depilatorio. Y en esas entra en el piso un hombre. Armado con su cámara, se dedica a hacer fotos de entrepierna con cera, mientras las tres amigas van tejiendo a su alrededor una telaraña cada vez más amenazante. De repente, la comedia ácida y soez se transforma en algo parecido al terror. La corrección política queda aquí fuera de campo. Humor próximo al horror, la situación de hechuras teatrales armoniza las imágenes explícitas de una depilación de ingles con diálogos corrosivos en los que no se deja títere con cabeza, por incómodo que pueda resultar a algunos espectadores. El resultado se extiende demasiado, el final es un poco forzado y se alargan situaciones que hubieran encajado mejor en el espacio del corto metraje. Con todo, la propuesta es en su modestia de medios un arponazo de cierta radicalidad, interpretado con una convicción fuera de toda duda.

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