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Pedro de Silva noveló la guerra Rusia-Ucrania por adelantado

El expresidente regional anticipó el conflicto en su relato futurista “Dona y Deva”, editado en 1995 y ambientado en 2035

El libro “Dona y Deva” de Pedro de Silva

–Ucrania. Me preocupa Ucrania.

Esta demostración de angustia podría ser real y haber sido pronunciada ayer, pero el que habla es un personaje del universo futurista de “Dona y Deva”, la novela de anticipación que Pedro de Silva, expresidente del Principado, publicó en 1995 con la trama adelantada al año 2035. El contexto es un mundo ficticio, un futuro turbulento y una Europa confederal que vive inmersa en una fuerte controversia a propósito de la reimplantación de la pena de muerte en el Viejo Continente. El País Vasco es una república independiente y preocupa Ucrania.

La antigua república soviética entra en el relato insertada en una conversación durante un paseo por las calles de Praga. Ho Maeda, un chino nacido en San Francisco, pone al día a Dona, una de las protagonistas, verbalizando una amenaza global que en la relectura del presente impacta. Ucrania es la “obsesión” de Rusia, afirma. “Si Ucrania se entrega otra vez a Rusia, será el principio del fin. En ese momento, solo quedará la duda de si su expansión empezará por el Este o por el Oeste, pero irá una detrás de otra. En Ucrania, a medio plazo, nos jugamos la existencia”.

Así se anticipan ahí, de algún modo sutil, a la manera en la que hace las cosas la ficción, las tensiones que, en efecto, acaban de estallar en los bombardeos rusos de este febrero de 2022, con trece años de adelanto sobre la previsión futurista de De Silva. Tal y como la recuerda su autor, “Dona y Deva” es una novela “de muchas historias cruzadas” en la que “fui un paso más allá en el futurismo”. En su futuro distópico, Rusia ha vuelto a llamarse Imperio Ruso y Ucrania es “la pieza que le falta para recomponer” de verdad “el antiguo imperio”, “un Estado asociado comercial y militarmente a Europa”, porque “solo así puede mantener su independencia”. También esto, por si hay dudas, lo dice Ho Maeda en el texto de 1995.

“Es difícil reproducir cómo funcionan mis cavilaciones”, confiesa el autor. No recuerda exactamente cómo llegó hasta Ucrania, pero sí reconoce en su texto un anclaje evidente con la geopolítica del momento en el que se escribió la novela. Habían pasado cuatro años desde la independencia y a los ojos del observador atento ya se anticipaba su potencial como actor principal en el tablero político internacional. “No hay nada gratuito” cuando se escribe del futuro, afirma De Silva después de releer, él también, las zonas de “Dona y Deva” que transitan por las inestabilidades ucranianas. La antigua república soviética estaba en 1995 casi recién independizada y “supongo”, conjetura, “que el asunto estaría lo bastante indefinido como para que yo pudiera especular”. Dejó escrita la profecía, volvió al presente y muchos años después, cuando en 2014 las revueltas del “Euromaidan” desembocaron en el derrocamiento del presidente prorruso Viktor Yanukóvich y Rusia anexionó Crimea y reivindicó el Donbás “dije: ‘Ahí está Ucrania’”.

Ahí ha seguido estando, y a Pedro de Silva también le sonó conocido uno de los últimos discursos de Vladimir Putin antes del ataque de este jueves, con sus referencias a la “artificiosidad” de la independencia ucraniana, sus veladas apelaciones a la reconstrucción del imperio y su intento de demostrar que Ucrania “en realidad sigue formando parte de la madre patria”.

Jugando con la historia, con la mitología rusa sobre el vecino del Suroeste y con otros mimbres, el novelista ató cabos y fue tejiendo una historia que el tiempo ha demostrado pasmosamente admonitoria. Lo dicho, que no hay nada gratuito.

–Si (Ucrania) es tan importante, ¿por qué razón todavía no se la ha merendado?

Pedro de Silva. | Juan Plaza

Hemos vuelto a 2035 en Praga. Al embocar el Puente Carlos, Ho Maeda responde a la curiosidad de Dona que “son la tercera potencia nuclear del mundo. Hace más de cuarenta años, cuando se desmembró la antigua URSS, se quedaron con los arsenales secretos, con toda la tecnología y los equipos para seguir produciendo armamento y con una parte importante de la flota del mar Negro”. Ucrania es “la reina del tablero”, dice, pero “si cae, en mi opinión, Rusia se movería primero hacia Europa. (…) Si Europa está fuerte y se mantiene firme, viviremos tranquilos”, enlaza el analista de ficción en otra reflexión que de pronto la historia, y todas las miradas que confluyen en la UE, han convertido en reveladora. Puede que Ucrania carezca de poder nuclear –renunció a su arsenal a cambio de recibir de Rusia una garantía de seguridad que hoy resulta curiosa–, pero sí dispone de “infraestructuras o tecnologías de aquella época”, advierte De Silva de regreso al presente.

Si vuelve un rato a “Dona y Deva”, el expresidente del Principado recordará los otros pronósticos cumplidos de aquel viaje que hizo al futuro. En 1995, internet no existía, pero sus protagonistas se comunican por la red. No había noticias del grafeno, pero las pantallas de los ordenadores son en la novela flexibles y enrollables… “Cuando se hace futurismo”, concluye De Silva, “a veces se acierta”.

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