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Una ópera con todas las letras: así fue "María Moliner" en Oviedo

La obra convence al público, en el nivel musical y en el escénico, en la clausura de la XXIX Temporada del Festival de Teatro Lírico

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Brillante estreno de la ópera María Moliner, como colofón de la temporada

«María Moliner» fue la encargada anoche (con el permiso de la función de mañana) de clausurar la XXIX Temporada de Teatro Lírico Español de Oviedo, una denominación inteligente y flexible que permite abarcar desde la zarzuela más tradicional hasta esta «ópera documental en dos actos y diez escenas» estrenada en Madrid en el año 2016: un título contemporáneo que, a pesar de las reticencias que suele levantar entre el público, no impidió al Campoamor registrar una gran entrada.

Con libreto de la ovetense Lucía Vilanova y música del mallorquín Antoni Parera Fons, esta ópera hace hincapié en los avatares vividos por la lexicógrafa española, autora del «Diccionario de uso del español», tanto a nivel profesional como personal, en el contexto de una sociedad asfixiante que, debido a la ideología y avanzada mentalidad de la maña, miraba con lupa cada uno de sus pasos. Resquebrajando la narración lineal de la ópera, continuos flashbacks que aportan variedad y riqueza sin confundir, en ningún momento, al espectador. Este hecho se consigue, en buena medida, por la introducción que hacen los «almanaques» (Juan Noval-Moro, César Méndez y Abraham García) al inicio de cada una de las escenas, apareciendo, prácticamente, por cada rincón del coliseo ovetense, rompiendo de forma efectiva la tradicional separación entre público y artistas.

La escena de Paco Azorín es otro gran acierto de esta producción. Con mucho criterio se ha diseñado una síntesis entre una escenografía que contribuye a seguir sin dificultades la trama, al mismo tiempo que la iluminación, el vestuario y las proyecciones conforman un todo orgánico reflejando a las claras la atmósfera opresiva de la dictadura, con cierta influencia expresionista, un hecho que no impide disfrutar de momentos de cierta belleza y elegancia (como por ejemplo, la escena séptima). También el movimiento escénico adquiere un significado simbólico en la personificación de unas palabras que, poco a poco, irán abandonando a la protagonista para dejarla sola en escena al final de la obra.

El papel de María Moliner fue desempeñado, magistralmente, por María José Montiel. La mezzo, que incluso guarda cierto parecido físico con la lexicógrafa a lo largo de la ópera, despliega sobre las tablas del Campoamor todos sus recursos vocales y actorales para hacer completamente suyo un personaje muy complejo y exigente. Su marido fue encarnado por un César San Martín maduro y muy solvente en cada una de sus intervenciones. Damián del Castillo fue un irónico «Sillón B de la RAE» con una voz siempre bien impostada. Fernando Campero (Goyanes) y Amparo Navarro (inspectora del SEU y Carmen Conde) también recrearon con acierto sus respectivos papeles.

Particularmente destacadas estuvieron Ana Nebot (como Emilia Pardo Bazán), Marina Pardo (en el papel de Isadora de Guzmán y de la Cerda) y Marina Rodríguez Cusí (encarnando a Gertrudis Gómez de Avellaneda). Las tres damas prestan su ayuda a nuestra protagonista en la escena V, llena de carácter y con unos tintes literarios especialmente atractivos y emotivos.

La orquesta «Oviedo Filarmonía» encaró con solidez el reto de hacer frente a una partitura contemporánea que, si bien para el oyente no encierra demasiada complejidad, sí está llena de matices y de una sonoridad poco habitual. Víctor Pablo Pérez guió con pericia a una agrupación concentrada que dejó un sonido brillante y un volumen ajustado a lo que sucedía en escena. Por su parte, el coro de la Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo» lució empastado y equilibrado en unos números de gran expresividad donde se presentan como un personaje colectivo que comenta la acción.

Una ópera con todas las letras

Dos horas y media de una producción madura donde todos los elementos están al servicio del producto final, conformando un espectáculo muy cuidado y, en definitiva, una ópera con todas las letras para cerrar la temporada.

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