Crítica / Danza

La Carmen de Pagés y no la de Mérimée

Un espectáculo atractivo y muy cuidado que reflexiona sobre la esencia de la mujer actual

La Carmen de Mérimée nos cuenta la historia de una bella gitana sensual y provocativa. Una criatura indómita sin ataduras que por encima de todo defiende su libertad aunque sea a costa de su vida. La novela del francés, inspirada en los amores trágicos de la antigüedad clásica, fue una fecunda semilla que junto a la ópera de Bizet convirtieron a este personaje de amor y celos en un mito universal. Sin embargo, a María Pagés, que junto con su compañía abrió el Festival de Danza Oviedo 2017, no le interesa el personaje ni el drama de pasión y sangre, que es la esencia y el fundamento de esta obra. La versión de Pagés, titulada "Yo, Carmen", que ella misma protagoniza, va por otros caminos. En realidad nada tiene que ver con la novela ni con la ópera, ni en su argumento ni en sus personajes. En esta producción no existe Don José y tampoco Escamillo. En otras palabras, y evocando la conocida copla, esta es la Carmen de Pagés y no la de Merimée.

El propósito de la bailaora sevillana es decirnos que su Carmen representa a las mujeres con las que nos relacionamos todos los días. Por lo tanto la producción se convierte en una declaración de principios y en una reflexión sobre determinados paradigmas de los diversos comportamientos y aspectos de la vida cotidiana de la mujer actual.

Es un espectáculo atractivo, muy cuidado como todos los suyos y sin estridencias. Aunque la atmósfera es algo sombría ya que el escenario prácticamente permanece oscuro durante toda la función y las únicas luces son las que desde arriba (cenitales) bañan a cada una de las intérpretes. Se divide en diez segmentos que se van sucediendo en diferentes climas, a veces poéticos o sentimentales, otros reivindicativos y también jocosos. El cuadro dedicado a las amas de casa (en realidad se merecen un gran reconocimiento) se baila por alegrías luciendo plumeros, escobas, delantales y manteles. En otra secuencia Pagés acepta su actual estado físico y se lo toma con humor cuando nos dice algo así como: a mi edad (son 53) imposible no tener arrugas además de tres o cuatro kilos de más, pero no me preocupa, como si son treinta y tres. Otros bailes exponen la maternidad, el miedo y el amor. También se oyen textos, entre otras, de Marguerite Yourcenar así como de Akiko Yosano y de Margaret Atwood, todos recitados en la lengua original de las autoras. Pagés, elegante y sobria, con una personal concepción del flamenco, hace un baile de marcada plasticidad aprovechando bien los recursos de su altura corporal, sacando el máximo provecho a su torso y a sus larguísimos brazos que acentúa en el efusivo calor de su fraseo, rematados con la intensidad de su zapateado. Ésta anti-Carmen, enaltecida por un estupendo cuerpo de baile, utiliza los códigos fundamentales del lenguaje flamenco mezclados con los conceptos del baile moderno. Se escuchan breves momentos de las piezas más reconocibles de la ópera de Bizet, no obstante lo que predomina es la música popular compuesta, entre otros, por Rubén Levaniegos y Sebastián Yradier, interpretada en vivo por un magnífico conjunto de músicos.

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