No es Jordi Savall un hombre que deje indiferente al público aficionado a la música antigua, ya que sus interpretaciones llevan siempre implícita la personalidad del músico catalán, y con el paso de los años se ha acentuado. Quizá sea eso lo que atrae al multitudinario público a la sala de conciertos, llena como pocas veces el pasado miércoles para despedir a la IV Primavera Barroca ovetense.

Una cosa parece estar muy clara en la mente de Savall tras escucharle junto a su hijo y el percusionista David Mayoral, la música no tiene fronteras ni siquiera entre sus propios géneros. Los grandes maestros del Renacimiento y del Barroco se alinean con la tradición mediterránea, las melodías de inspiración árabe y americanas, sin olvidar tampoco sus raíces catalanas.

Puede sonar a un planteamiento muy postmoderno, pero lo cierto es que Savall presentó un evocador programa que en la teoría funcionaba muy bien, un recorrido en varias estaciones por distintas culturas. En él se concedió gran peso a las músicas tradicionales y al mestizaje.

La inclusión en el programa del miércoles de las obras de Diego Ortiz y Marin Marais, ambos pilares fundamentales de la composición para viola de gamba, fueron un síntoma de que Jordi Savall a sus 75 años, sigue siendo una figura indiscutible de este instrumento a nivel mundial. Destacaría especialmente en su caso la facilidad para la improvisación y la ornamentación de las partituras, con los que quizá algunos puristas no estén demasiado de acuerdo. Quizá lo más acuciante es solucionar algún problema puntual de afinación, pequeños detalles que no oscurecen una interpretación en la que los músicos trataron de dar lo mejor de sí mismos.