Mal canto

Es el mayor disparate estrenado hasta el momento en lo que va de año. Una calamidad de la que no se libra ni Julianne Moore obligada a representar un personaje ridículo y hacer flashbacks torpones. Paul Weitz no es el director más adecuado para sacar adelante esta historia de síndrome de Estocolmo a lo bestia y mucho menos si se lo toma en serio. Bel canto quizá funcionaría como farsa. Como drama con esquirlas políticas y mensajes buenistas entre polos opuestos resulta bochornosa en muchos momentos y alcanza en la matanza final unas cotas de torpeza insuperables. Para echar a correr y no parar.

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