Tino Pertierra

CRÍTICA / SERIES

Tino Pertierra

La bruja contra los paladines

Sobre el papel, Frank Miller es bueno. O muy bueno. "Daredevil", "The Dark Knight Returns", ", "Sin City", "300", "Ronin"... Telita. El cine es otra cosa. Solo o en compañía de otros, Miller no ha logrado aún trasvasar su talento a la pantalla, llegando incluso a perpetrar como director la muy horrible "The Spirit".

Maldita no va a arreglar la avería. Y no tanto por el armazón argumental: aunque no sea nada del otro mundo, podría tener gracia esta revisión a lo moderno de la leyenda artúrica, con cambios de color en la piel, sexualidades alternas y empoderamientos femeninos anacrónicos. Lo malo es que los guiones son endebles a más no poder, el reparto falla lastimosamente en sus principales intérpretes (a Katherine Langford parece que la eligieron por sus ojazos y no contaron con sus limitaciones como actriz, y de Devon Terrell como Arturo mejor no hablar) y los medios puestos para sacar adelante algo tan caro como una fantasía medieval con toques de brujería son claramente insuficientes: solo hay que ver algunas recreaciones digitales de fieras que dan un poco de pena, por no hablar de algunas batallas que parecen una función amateur salvo por la insistencia de la sangre a borbotones, que a veces incluso salpica la pantalla.

La jugada tiene un objetivo evidente: captar la atención de una audiencia juvenil que no vio Excalibur pero sí la odiosa Por trece razones y se quedó con lo más superficial de Juego de tronos. Así que todo gira alrededor de una hechicera adolescente y su poder sobrenatural que hunde raíces en la Naturaleza más mortífera. Se llama Nimue y su meta es darle una espada mágica a Merlín (Gustaf Skarsgård, de Vikingos, el único que da vidilla de puro estrafalario). Y entonces se le aparece (escena sonrojante) un Arturo mercenario guaperas y cantarín mientras los Paladines Rojos y el rey Uter ponen las cosas difíciles. Morgana, la Dama del Lago, el Caballero Verde... Etiquetas de leyenda para una serie sin magia que hace aguas por todas partes y se va por el desagüe del olvido.

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