Desde su aterrizaje en Mareo, Paco Herrera siempre ha prestado un especial cuidado en la gestión del vestuario. Uno de los mantras favoritos del técnico es que quiere enchufada a toda la plantilla y que, por ello, no hay titulares ni reservas. Esto último no es del todo cierto, pero sí que Herrera ha guiado todas sus decisiones trascendentes por la prudencia para no dañar la armonía del vestuario. El último ejemplo sucedió este viernes. Contra todo pronóstico, Paco Herrera decidió dar descanso a Stefan Scepovic (por segunda vez esta temporada) y abrió la puerta de la titularidad a Carlos Castro. El delantero de Ujo, que no había jugado como titular en toda la temporada, vivía un momento muy delicado en lo anímico después de su expulsión absurda en Soria y del penalti fallado con un deficitario lanzamiento a lo Panenka ante el Sevilla Atlético.

Esto hizo que Castro escuchara los primeros pitos de El Molinón en su todavía incipiente carrera. La de Paco Herrera fue una apuesta valiente que brindó a Carlos Castro la ocasión de redimirse pero que también le expuso al riesgo de echar sal en la herida si las cosas no le salían bien. Castro salió con la lección bien aprendida, jugó fácil y práctico, sin renunciar a los destellos que le han traído hasta aquí y completó su mejor actuación en mucho tiempo. El delantero logró reconciliarse con El Molinón, que le aplaudió al ser sustituido. La famosa gestión del vestuario volvió a funcionarle a Paco Herrera, que ha ganado para la causa a un delantero distinto del resto.