"Mi hija mayor, Emma, es gijonesa. Como buen delantero, hice un hat-trick: tengo otros dos, Eva y Jan". Manel Martínez Fernández (Ripollet, Barcelona 3-11-1973) vive la vida como si fuera un partido de fútbol. El que fuera máximo artillero del Sporting, tras llegar cedido en el mercado de invierno por el Espanyol, aplica ahora su olfato goleador en detectar talentos. Entrenador del cadete perico durante la pasada temporada, ahora es uno de los miembros del equipo de captación que ejercen como ojeadores para la cantera del Espanyol.

"Creo que pocas veces he contado públicamente que quise ser delantero por Quini", comenta Manel. "De pequeño me identificaba con él. Luchaba por tener el 9 en el equipo porque me sentía un delantero, como él. Luego tuve la suerte de cumplir el sueño de conocerle, cuando me incorporé al Sporting, pero años antes hubo una persona que me acercó aún más al Brujo. Cuando estaba en el Logroñés, el gerente era José Manuel (exjugador rojiblanco y excompañero de Quini, ya fallecido). Él me hablaba mucho de él", detalla el de Ripollet.

Quini regresa a la conversación con Manel cuando se le evoca su etapa sportinguista. "Recuerdo que en mi época en Gijón me decían que Quini participaba alguna vez en algún entrenamiento. Con tiros, y algún remate, ya sabe. No olvido que tuve la mala suerte de llegar y que él se operase de una rodilla. No pude disfrutar de estar un rato jugando en el campo con él, aunque sí de otras muchas cosas", lamenta.

Manel vivió dos etapas muy diferentes en el club rojiblanco. La primera, como una de las referencias del equipo, al firmar 11 goles en 19 partidos durante la 2000-01. La segunda, dos años después, fue más discreta. Jugó la temporada completa en Gijón y firmó tres goles. Fue la campaña de la explosión del Guaje Villa, que hizo 20 tantos, y la de aquella famosa camiseta azul, codiciada en subastas. "La primera etapa me marcó mucho más. Sigo conservando el trofeo que me dio LA NUEVA ESPAÑA como máximo goleador. Es uno de los más bonitos que tengo", dice el que fuera "Pichichi" de Segunda en la 1995-96.

Manel colgó las botas en el Lorca Deportiva, en la 2007-08. "Sufrí una lesión en la espalda y decidí volver a casa, a Ripollet", explica. En aquel momento no tenía muy claro hacia dónde viraría su vida. "Tuve dudas. Había empezado a formarme como entrenador y la verdad es que el fútbol, al final, tira mucho", apunta. Con todos los títulos bajo el brazo, se inició en los banquillos del fútbol base, en el Cerdanyola y, después, en el Sant Andreu, donde alzó su primer título importante como técnico. "Empecé con niños y terminé como segundo entrenador del primer equipo, donde logramos la Copa Federación", destaca. Ahora está contento por ayudar a construir el futuro del Espanyol, club en el que sigue haciendo goles, con el equipo de veteranos. Y el relevo viene pisando fuerte. "Jan, el pequeño, tiene dos años, pero le pega con la zurda que no veas", concluye.