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Los últimos que pusieron el nombre de Gijón en EuropaMarcos León

Los últimos que pusieron el nombre de Gijón en EuropaMarcos León

Treinta años del Sporting en la UEFA: Los últimos que pusieron el nombre de Gijón en Europa

“Mantenerse se daba por hecho, el objetivo tenía que ser siempre jugar competición europea”, relata la plantilla que disputó la competición europea en la 1991-92

Hay un tipo de camaradería, el de luchar juntos tantas batallas, sean ganadas o perdidas, que no se pierde por mucho que pasen los años. La tienen los militares y la tienen los futbolistas. “Si no es por estas cosas, no nos juntamos”, comentan Iván Iglesias y Tati Alcalde mientras chocan el puño –el abrazo de los tiempos pandémicos– frente a las taquillas de El Molinón. No tardan en unirse Monchu y Juanma, hermanos. Y Arturo Martínez Noval, en cuanto cuelga el teléfono. Y comienzan a aflorar los motes, las pullas y las anécdotas. “¡Turi!”, “¿en qué andas ahora? ¿haces algo?”, “¿te acuerdas de aquella vez...?”. Las risas resuenan antes incluso de comenzar el reportaje, el que les va a llevar a algunos de sus mejores momentos futbolísticos, a aquel Sporting que se codeaba con los más grandes de Europa, disputando la Copa de la UEFA hace ya treinta años. Los últimos en llegar, imponiendo orden, son el capitán, Joaquín Alonso –actualmente representante de Relaciones Institucionales del Sporting–, el entrenador, Ciriaco Cano, y José Antonio Redondo, integrante del cuerpo técnico de entonces. “Ya estamos todos”, se escucha. Pero falta lo más importante: aquella mítica zamarra que los jugadores, la gran mayoría nacidos y criados –también futbolísticamente– en Gijón, paseaban con orgullo por Estambul o Bucarest, de marca Rasán y con el parche de publicidad de Cajastur en el pecho. Es Arturo el que la saca. Ahora sí.

Recuerdos. “No éramos muy conscientes de lo que hacíamos”, resume Arturo Martínez Noval, el lateral derecho de aquel mítico equipo en el que militaban también otros como Abelardo, Juanele, Emilio, Luis Sierra, Alcázar, Óscar Luis Celada, Avelino, Muñiz, Manjarín, los hermanos Ablanedo, David Míner, Ovidio o Tomás Hervás. A ellos se unían tres internacionales de innegable calidad: el checo Milan Luhovy, el búlgaro Georgi Iordanov y el sueco Joakim Nilsson. “Veíamos como algo normal enfrentarnos a los mejores equipos de Europa”, incide Arturo, “pero hoy, con el paso de los años, te das cuenta de que lo hiciste tiene un valor incalculable”. Así lo entiende también Iván Iglesias, uno de los más jóvenes de aquel equipo que, aunque asegura que “lo tengo muy presente”, entiende que “al ver todos los años que pasaron desde la última vez que el Sporting jugó en Europa y le das más valor”. Para él, aquellos encuentros, más allá de lo deportivo, tenían un componente emocional: “Significaban poner el nombre de Gijón en Europa”. Para Tati Alcalde rememorar esos momentos le trae “mucha nostalgia”. “Son unos recuerdos bárbaros”, le anima Juanma, los dos únicos de los presentes, además de Joaquín, que habían jugado la UEFA con anterioridad, en la etapa previa del Sporting en Europa. “Era un premio”, explicita Juanma. “Teníamos una motivación increíble”, interviene Monchu: “Era una experiencia nueva, era todo muy novedoso”. Llama la atención que, treinta años más tarde, todos sin excepción se queden con los aspectos positivos de aquella época.

"Mantenerse se daba por hecho, el objetivo tenía que ser siempre jugar competición europea", relata la plantilla

Exigencia. También convergen en otro punto: la exigencia que tenían. “En aquella época se nos exigía mucho, teníamos que acabar siempre entre los cinco o seis primeros y jugar UEFA”, rememora Arturo. Así lo entiende el entrenador de entonces, Ciriaco Cano. “Sonaba la alineación por megafonía y ya empezaban a pitarnos ¡antes incluso de empezar el partido!”, recuerda el veterano técnico entre las risas de sus jugadores. “La gente nos apretaba mucho”, confirma Juanma. “Era muy difícil competir con equipos como el Madrid o el Barça, con presupuestos superiores, y no te digo ya en UEFA”, recuerda Tati. “Teníamos mucha presión”, enfatiza Juanma, “ahora ya no se ve tanto, después de que se bajase a Segunda, pero cuando estábamos en Primera era impresionante”. Y pone un ejemplo: “Acabábamos un año sextos y nos íbamos con la sensación de que habíamos hecho algo mal”. Aquellos eran años en los que “mantenerse se daba por hecho, nadie pensaba en eso, nuestro objetivo tenía que ser siempre jugar en Europa”, explica Tati. Una sensación que era incluso mayor en la competición europea. “Veníamos de eliminar a un equipazo como el Partizan y no había nadie recibiéndonos en el aeropuerto, eran otros tiempos”, remarca Iván Iglesias. “Aquel Partizan al que eliminamos tenía jugadores muy buenos”, analiza Monchu, “así fue, que acabaron todos jugando aquí en España, como Mijatovic” que recaló en el Real Madrid y ganó la séptima Copa de Europa con los merengues. Una comparativa que no servía a ojos de la afición y la directiva. Así lo revela Ciriaco, recordando una conversación con el entonces presidente del Sporting, Plácido Rodríguez Guerrero. “Antes de viajar para jugar con el Partizan, Plácido me dijo que teníamos que pasar de ronda porque si lo hacíamos cubríamos el presupuesto de la temporada: 275 millones de pesetas”, asegura.

Una alineación de aquella temporada

De casa. Porque aquel Sporting, aunque se codeaba con los más grandes del fútbol europeo, no podía competir con ellos en el aspecto económico. Y así se reflejaba en su plantilla, conformada esencialmente por canteranos, además de Luhovy, Iordanov y Nilsson. El ejemplo más claro es Iván Iglesias, que debutaba aquel año con el primer equipo sportinguista y ya jugó competición europea. “Cada partido era una ilusión por poder abrirte hueco en el fútbol y jugar en Europa”, explica el centrocampista, que llegó a jugar luego en el Dream Team del Barça y que recuerda aquellos viajes europeos con el Sporting “como viajes de estudios del instituto: éramos un grupo de amigos con muy buen ambiente y buen vestuario”. Así lo refrenda su entrenador. “Eran una banda de amigos, dentro y fuera del campo”, incide Ciriaco. La fórmula se basaba en “gente buena de la casa y lo que venía de fuera para completar”, explica Arturo. “El fútbol era de otra manera, éramos chavales de la casa que poco a poco íbamos subiendo hasta llegar al primer equipo”, rememora Juanma, “todo se logró con gente de aquí, por eso no se entendía muchas veces que la afición nos criticase, aunque es verdad que venían del mejor Sporting de su historia”. Monchu asegura que “éramos chavales de la casa, del Sporting de siempre” que tuvieron la oportunidad de vivir una de las páginas más prolijas y recordadas de la historia del club.

La saga continúa. Los hermanos Monchu (a la izquierda) y Juanma con el hijo del primero, Pablo, en el centro. El joven entrena con el Marino de Luanco, siguiendo la saga familiar de futbolistas, de la que también forma parte su primo Pelayo Suárez –hijo de Juanma–, central del Sporting B que ya debutó con el primer equipo. | Marcos León

La guerra de los Balcanes. Aquel año, el Sporting disputó dos eliminatorias, contra el Partizán, al que eliminó en los penaltis en el partido de vuelta, fuera de casa, y contra el Steaua de Bucarest, contra el que cayó eliminado. Los jugadores recuerdan especialmente aquel primer viaje que iba a ser a Belgrado y acabó siendo a Turquía. “No pudimos jugar en Belgrado porque estaban en plena guerra de los Balcanes y tardaron en decidir dónde se iba a disputar el partido”, rememora Arturo: “Fue muy raro porque el campo estaba casi vacío, casi como ahora”. “Fue un viaje muy extraño”, relata Iván Iglesias. Más específico se muestra Juanma. “Eran viajes muy largos, en tren, autobús, avión... solo faltaba el barco”, prosigue. “En todos los días que estuvimos allí, solo comíamos pan con mantequilla, porque no nos gustaba la comida que nos daban”, cuenta Monchu entre las risas del grupo: “Para el siguiente viaje a Rumanía ya llevamos cocinero”. El Sporting había ganado 2-0 en El Molinón, con goles de Luhovy y Monchu, y llegó a los minutos finales de la vuelta con 0-0 en el marcador. “Nos cambiaron a Monchu y a mí y ya íbamos casi celebrando”, asegura Juanma. “Estábamos en el campo del Besiktas y, cuando llegábamos a la caseta, escuchamos los gritos por unas rendijas que había. Escuchábamos, pero no veíamos nada. Así nos enteramos de que nos habían empatado la eliminatoria”.

"Si pasábamos contra el Partizan, cubríamos el presupuesto del año", rememora Ciriaco

Un Rolex falso y una alfombra. No es la única anécdota que recuerdan de su paso por Estambul. “Estábamos entrenando y escuchábamos los cantos a la oración”, recuerda ahora el grupo. También como prácticamente todos se escaparon al Gran Bazar para aprovechar a hacer compras. “Hubo uno que compró un Rolex de imitación e iba fardando de reloj. Y, al despegar el avión, se le paró”, cuentan entre risas. No solo relojes se compraron, también chaquetas de cuero. “La metí en el armario y no la volví a poner más”, asegura uno de los jugadores, “no imagináis cómo olía aquel armario”. El entrenador, por su parte, se compró una alfombra, hecha a mano, que le enviaron a España.

¿Volverá el Sporting a Europa? Pasados treinta años, y mirando hacia atrás, se ve con mucha más perspectiva la hazaña lograda. Basta un dato para tenerla en consideración: el Sporting nunca más volvió a jugar competición europea. Y ya van treinta años después. Una mala racha que, sin embargo, los protagonistas de aquella última vez en Europa confían en que se rompa. “Claro que el Sporting va a volver a jugar en Europa, más pronto que tarde”, explicita Iván Iglesias, que incide en que “hay que dar pasos cortos para llegar lejos, y se están sentando las bases para hacerlo, siguiendo la buena línea”. Más cauto se muestra Arturo. “El fútbol no va a morir nunca, así que en algún momento cambiará esa racha y volverán a jugar en Europa, aunque ahora parezca impensable”, sentencia.

Joaquín y Arturo marcaron dos penaltis en la tanda frente al Partizán

Joaquín: “Redondo nos dijo dónde tirar los penaltis”

El partido frente al Partizan termino por decidirse en los lanzamientos de penaltis. Tras el 2-0 en El Molinón y los postreros goles de Mijatovic y Krcmarevic, en Estambul se llegó a la prórroga, en la que ninguno de los dos equipos logró anotar. Así tuvieron que ser los penaltis los que decidieran quién pasaba de ronda. Y lo hizo el Sporting, que venció la tanda por 3-1, gracias a las dos paradas de Emilio y a la picardía de José Antonio Redondo. “Había visto un partido del Partizan y nos dijo que el portero siempre se tiraba a su derecha”, explica Joaquín Alonso, uno de los lanzadores habituales del equipo, junto a Milan Luhovy, el único que marró su lanzamiento en aquella tanda. “Fue por cabezón, por no hacer caso a Redondo y tirarlo a la derecha del portero”, enfatiza Joaquín. Los otros tres lanzadores: el propio capitán, Avelino, que se pidió el primero con valentía, y Arturo lanzaron a la izquierda del portero. Y en los tres el portero se venció, como había adivinado Redondo, a su derecha. “No se me pasó nada por la cabeza. Fui andando desde el centro del campo, coloqué el balón y lo tiré donde lo había pensado, lo tenía muy claro”, rememora ahora Arturo: “Si lo llego a pensar mucho, igual lo fallo”.

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