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La crónica del Fuenlabrada-Sporting: a ganar y esperar un favor del Lugo

El punto en el Fernando Torres deja a los rojiblancos fuera de la promoción y obliga a vencer al Almería y a que el Rayo tropiece ante el Lugo para acabar sextos

Gragera, en un lance del partido LOF

Fuenlabrada 0 - 0 Sporting

El Sporting vuelve a estar en manos del Lugo. Ocurrió en aquel final de infarto en 2015. Ahora, toca cumplir y esperar un favor para alcanzar la sexta plaza y seguir enganchado a la pelea por subir. Para ello, los rojiblancos están obligados a ganar la última jornada al Almería en El Molinón y que el Rayo no lo haga ante los lucenses en Vallecas. No vale otra cosa. Los madrileños se hicieron ayer con la sexta plaza desbancando a los de Gallego de la zona de play-off, algo que ocurre por primera vez en esta penúltima jornada. Así de cruel es el fútbol. Así de larga se le está haciendo la competición a los gijoneses, que en Fuenlabrada sumaron un empate generoso por la cantidad de ocasiones marradas por los locales. Tampoco el Sporting aprovechó las suyas, que las tuvo.

Pedro Díaz conduce el balón.

Ganar y esperar. Es lo que le queda al Sporting para intentar colarse a última hora a una fiesta en la que estuvo invitado toda la temporada. Se veía venir por la dinámica de resultados en los dos últimos meses, pero ver pasar las jornadas con los rojiblancos metidos entre los seis primeros alimentó la esperanza hasta que en Fuenlabrada resonaron los tantos del Rayo en Castellón, mientras los locales perdonaban goles ante Mariño. En un partido más abierto de lo esperado, los porteros se comieron a los delanteros. Belman se erigió como la gran figura con tres paradas prodigiosas ante Djuka, Manu García y Campuzano. Mariño tuvo también las suyas.

El temor, los nervios, o la ansiedad por ganar no sólo se vio en el rostro de los jugadores rojiblancos. David Gallego tampoco acertó en una propuesta que volvió a relegarlos cambios, solo dos, a los últimos veinte minutos. No hubo tiempo ni para Pablo Pérez ni para Nacho Méndez. Los revolucionarios de la pasada jornada, ante Las Palmas, se quedaron en la grada en un partido no igual, pero sí parecido. Campuzano y Gaspar fueron los únicos en saltar al verde. Cuesta entender cómo con quejas por tener tan poco tiempo de recuperación, los relevos sólo acabaron reducidos a dos nombres.

Campuzano y Gaspar añadieron chispa, pero sin llegar a encender la mecha. Lo intentaron también, y mucho, Bogdan y Saúl, con el cántabro protagonizando la última en ataque. Agotado, pisó el vértice del área, recortó y armó la derecha para pegarle con lo último que le quedaba en el cuerpo: el alma. Volvió a responder Belman. Saúl también tuvo tiempo a marcar en propia, después de que otra atajada milagrosa de Mariño, frente a Fuentes, le rebotara en las piernas. El árbitro anuló el tanto por fuera de juego de Borja Garcés. Se evitó la derrota, pero no el depender del Rayo.

Sin pólvora en las dos áreas, el protagonismo se lo repartieron Belman y Mariño. Mención especial para el hijo de aquel eterno suplente del Valencia que lleva camino de vivir muchos años del fútbol. Canterano del Madrid cedido en Fuenlabrada, metió dos manos cargadas de reflejos para responder un buen cabezazo de Djuka –sí, el serbio-montengrino estuvo a punto de marcar de cabeza–, y otra mano cambiada a un disparo picadito de Manu García. La tercera de sus grandes intervenciones llegó cuando en el Fernando Torres ya se sabía que Rayo ganaba en Castellón y lo de marcar era obligatorio.

Djuka, ante un rival.

El recién incorporado Campuzano encaró solo al meta local tras asistencia de Manu. Con todo Gijón de pie para cantar el esperado gol del Sporting, el ruido la vuelta a la silla para lamentar el fallo se tuvo que escuchar hasta en Fuenlabrada. Fue la imagen que resumió el partido. La metáfora de este final de Liga del Sporting. Mientras Belman, al encuentro del delantero rojiblanco, se hizo cada vez más grande, el Sporting, en botas de Campuzano se hizo infinitamente pequeño. Los gijoneses acabaron el partido mandando, algo que no hicieron en la primera parte. Eso, con permiso de un mano a mano salvado por Mariño ante Feuillassier y la última acción del gol anulado al Fuenlabrada citada anteriormente.

Pedro Díaz se echó el equipo a la espalda, Gragera buscó algún pase entre líneas sin encontrar hueco en la zaga del Fuenlabrada, relativamente cómodo ante los previsibles ataques rojiblancos. Muchas prisas y poca claridad el día que Manu García apareció más, pero sumó poco. Ya no estará ante el Almería de Rubi, alistado para la sub-21. En un partido del Sporting similar al de tantas otras veces fuera de casa, las consecuencias fueron diferentes. El palo de caer, por primera vez, de los seis primeros puestos es duro teniendo en cuenta que sólo resta una jornada para el final. Mucho más si se valora el escaso margen que resta por delante para recuperar el terreno perdido.

No le queda otra al Sporting que morir con la cabeza, alta. Creer hasta el último minuto como lo hizo en los últimos ascensos. Habrá diferencias abismales con aquellos equipos, el de Preciado y Abelardo, que entre otras cosas lograron el salto a la máxima categoría sin tener que pasar previamente por la promoción. Seguramente también habrá problemas de fútbol, de planteamientos, de cambios o de fórmulas para repartir el cansancio. El debate puede ser amplio e intenso, pero a estas alturas al Sporting sólo le queda creer, pelear como lo ha hecho toto el año para ganar al Almería, y esperar.

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