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Christian Rivera Futbolista del Sporting y exjugador del Oviedo

“El ritmo lo da jugar y a mí me gusta más jugar que entrenar”

“Creo que el Oviedo me fichó por tocar las pelotas al Sporting, pero salió bien y le estoy agradecido; gracias a eso soy futbolista y estoy aquí”

Christian Rivera, jugador del Sporting de Gijón. ANGEL GONZALEZ

Después de días de intenso frío, sale el sol en Gijón y Christian Rivera (Gijón, 9 de julio de 1997) emerge con una sonrisa del vestuario del Sporting. La imagen en Mareo es la metáfora de cómo le están yendo las cosas al rojiblanco. El jugador revelación del mes de enero atiende a LA NUEVA ESPAÑA para hablar de pasado, presente, futuro. La suya es una intensa historia. Desafió al Sporting siendo cadete para salir del club; probó fortuna en el Atlético y el Real Madrid y llegó a plantearse dejar el fútbol hasta que apareció en su vida el eterno rival: el Oviedo. Vive la temporada de su regreso al Sporting, “donde siempre quise estar”.

Christian Rivera, en su ecuentro con LA NUEVA ESPAÑA en Mareo. | | ÁNGEL GONZÁLEZ

–¿Cómo se encuentra?

–Estoy más contento ahora, si cabe, porque estoy participando más. Mucha de la felicidad del futbolista se resume en eso.

–El sueño del niño de Laviada, ¿cumplido?

–Sí. Muchas veces los futbolistas olvidamos ese sueño de cuando empiezas. Yo iba de recogepelotas a El Molinón y venía a Mareo a pedir autógrafos a los futbolistas. Tengo botas de Gregory y creo que de Lora. No el par, eh, la bota izquierda de uno, y la derecha del otro. Ellos salían y repartían. Las guarda mi abuelo (Fernando Hernández) en un bajo que tiene en La Tejerona.

–¿Siempre tuvo claro lo del fútbol?

–Me gustaba, pero toqué casi todos los deportes. En el colegio hice atletismo; en judo no duré mucho; balonmano; en baloncesto no sé si al final me apunté a extraescolar… Al final me quedé con el fútbol.

–Ganó el Villa de Gijón prebenjamín con su colegio. Eso equivale a una Champions.

–Sí, sí. Encima, Roberto, el que era portero del Sporting, me dio el trofeo al mejor jugador. Tengo la foto por ahí. Tenemos un grupo de whatsapp de los que jugamos ese torneo. Hasta la pandemia hacíamos una cena todos los años.

–Del colegio, a ocho años seguidos en Mareo.

–Eso es. Vine al Sporting y empecé a ir a El Molinón. No era muy consciente aún de lo que significaba. El primer recuerdo de un partido fue estar en el fondo norte y ver marcar a Javi Fuego. Me llevaba mi abuelo. Mi abuelo Fernando es muy sportinguista y mi mayor crítico.

–¿Le da caña?

–¡Puf! El domingo, antes del partido, le fui a llevar unas entradas. ¿Sabe lo que me dijo? “Hay que poner más huevos, tienes que mandar más”. Da igual que meta siete goles y haga el partido de mi vida, siempre dice que puedo hacer más.

–En 2013 se lesiona y ¿por qué decide salir de Mareo?

–Me rompí el hombro. Pensaban que se me había salido. Me lo intentaron colocar y resulta que se me había girado el húmero. Creo que era cadete y fue en uno de los partidos que organizaba Javi Vidales, entre el A y el B. Dani Martín (ahora en el Málaga) me golpeó en un córner y… un dolor. Estuve tiempo sin jugar y no sé si pensaban que ya no valía o tenía que tener otro ritmo, pero vi que no me valoraban. Quería hacer la pretemporada con el División de Honor, pero me dijeron que iría al juvenil B, cuando gente de mi equipo incluso iba a empezar con el Sporting B. El Atlético me valoró mejor y decidí irme.

–El club se acogió al derecho de retención y estuvo un año sin competir.

–Sí. Fui a probar al juvenil del Atlético después de un montón de tiempo parado. La prueba fue un desastre. Me pasaban como aviones. No me quisieron. Surgió entonces ir a hacer la pretemporada con el Madrid. Jugué de central, con el juvenil A. No me quiso Ramis y en ese momento pensé en dejar el fútbol.

–¿Lo iba a dejar?

–Sí, no me quería ni el tato. Hubo conversaciones para volver a Mareo con Manolo (Sánchez Murias), pero era más de lo mismo. No me sentí valorado. Salió entonces la oportunidad del Oviedo. Era para ir al Oviedo B con Iván Ania, pero creo que me ficharon únicamente para fastidiar al Sporting.

–Explíquese.

–Cuando llegué me pidieron que me hiciera una foto con el presidente (Vallina). Me la hice y pusieron en la web que venía procedente del Sporting… Estoy convencido de que fue por tocar las pelotas, pero lo cierto es que salió bien. Acabé el año entrenándome con el primer equipo y al año siguiente, jugando con ellos.

–Un rojiblanco triunfando en casa del eterno rival.

–No me arrepiento. Estoy agradecido al Oviedo, porque me ayudó a ser futbolista y gracias a ello estoy aquí ahora, que es donde quiero estar, donde soy feliz.

–¿Qué tal con Egea?

–A mí me pareció buen técnico. Había gente a la que no le gustaba, pero no sé. A los chavales del filial nos cuidaba porque… Había gente en el vestuario del primer del equipo que era mala gente.

–¿Quién?

–No voy a decir nombres. Subías al primer equipo y como podías quitarle el puesto, parecía que le ibas a quitar el pan a su familia. No lo hacían conmigo solo, era con todos. También diré que había otros compañeros como Dioni, Charlie Dean o Esteban que no dejaban que a los jóvenes nos pisasen. Aprendí. Ahora cada vez que suben jugadores del filial trato de estar cerca de ellos, ayudarles.

–Eibar, Barcelona B, Huesca, Leganés, Girona, Las Palmas… ¿Por qué tantos equipos después?

–Porque quieres dar un paso adelante y a veces se convierte en dos atrás. Tuve la suerte de firmar con el Eibar cuando acababa como juvenil. Tras el primer año, consideré que estaba para ser titular, quería más y me salió la oportunidad del Barcelona B. Era un equipazo de locos, imposible jugar mal. Después de ese año me quería todo el mundo. En Huesca hice mi mejor temporada hasta la fecha. Venía de estar amargado en las Palmas y jugué casi todo en Primera gracias a Francisco (el entrenador). Le debo mucho.

–¿Y en Leganés y Girona?

–A Leganés llegué físicamente mal después de un verano largo en el que no había hecho nada (en lo físico) porque para eso está la pretemporada. Obviamente, decisión equivocada por mi parte (la de no entrenarse en vacaciones). Cuando empecé a jugar hubo cambio de míster, me lesioné y el nuevo no me quería. En Girona, el tema del covid-19… Me afectó muchísimo. Estaba KO mentalmente. Pensaba más en las vacaciones que en jugar.

–¿Costó mucho convencer a Las Palmas para dejarle salir?

–Bastante. Un día parecía todo arreglado, y a la hora te decían que no salías. Era según soplara el viento. En Las Palmas pasé una depresión, seguro. No como la que puede tener mucha gente, pero estaba fatal mentalmente. Me doy cuenta ahora porque estoy de p… madre. Incluso estando sin jugar, como me encontraba hasta hace un mes, me encontraba bien porque me gusta Gijón, me gusta jugar en el Sporting. En Las Palmas los compañeros eran top, pero el sitio no me gustaba y la gente no tiene nada que ver conmigo.

–¿Cuándo le hizo constar el Sporting su interés?

–Javi Rico ya me llamó la temporada anterior. Cuando terminé en Girona ya me quería firmar, pero en Las Palmas no me dejaron salir.

–En octubre David Gallego comentaba que tenía que coger el tono físico para ser titular.

–Tuve lesiones por inactividad. En Las Palmas no me entrené los últimos tres meses de la temporada anterior. Yo soy un tipo de jugador que le cuesta mucho coger el ritmo y el ritmo se coge jugando, no hay más. La situación en la que estaba el equipo era imposible entrar: hacíamos partidazos. Seguí trabajando e intenté aprovechar las oportunidades

–¿Cómo se ve ahora físicamente?

–Me duele todo. Estoy mal hecho. Después de entrenarme, parece que me atropelló un camión (se ríe). Estoy en proceso de ir a mejor. Al 60 o 70%.

–¿Hay tiempo a play-off?

–No miro la clasificación nunca. Hasta que no queden cinco partidos, puede entrar ahí arriba cualquiera. Hay que centrarse en ganar el siguiente, y así, de seguido. Estamos a tiempo. Hay gente que dice que falta plantilla porque vamos mal, pero al principio no se lo parecía. Igual es un poco corta la plantilla, igual, pero para mí tenemos un plantillón. Las lesiones nos han matado. La competencia es vital y yo estuve mucho tiempo lesionado y a lo mejor otros compañeros se relajaron. Lo mismo en la delantera. A mí me pasó en el Barça B. Sabes que vas a jugar seguro, quieres hacerlo bien, pero inconscientemente te relajas.

–¿Qué sintió con la ovación de El Molinón ante el Cádiz?

–Fue brutal ver a todo el mundo en pie. Indescriptible. Había pedido el cambio. Estaba agotado y además no valgo para tirar penaltis. Me cago. Soy sincero y lo digo. Imagínese que meten todos, llega mi momento y…

–Si usted es técnico y tiene un buen golpeo.

–Imposible. No puedo.

–¿Suple con colocación las limitaciones físicas?

–Mendilibar siempre me decía: no te pares nunca, trota, pero no te pares. Tenía razón. En cada sitio que he estado, me han dicho cosas que yo pensaba que como lo hacía yo, valía, y con el tiempo me he dado cuenta que tenían razón.

–¿A Gallego le da la razón ahora o esperará?

–(Se ríe). Le intento hacer caso ahora. Me insiste en meterle ritmo a los entrenamientos porque yo soy un tío que le gusta más jugar que entrenar.

–Usted es de la escuela de los talentosos: jugar siempre, pero entrenar….

–Hoy en día si no te entrenas bien, no juegas. Eso está claro. Hay muchos que son peores que tú en lo técnico y en lo táctico, pero llegan medio segundo antes al balón que tú, y ahí es cuando te das cuenta de la importancia de lo físico. El tema es que, tristemente, para mí, en el fútbol actual hay jugadores nivel Champions que están ahí por lo físico. No digo que solo por eso, pero casi.

–Tiene un pitbull que se llama “Bicho” de imagen feroz y creo que de carácter tierno, ¿usted es así?

–No sé (sonríe) ¿Sabe que el nombre del perro es el apodo que me puso Mendilibar en Eibar? Me quedó el mote porque me sacaron amarilla en mis tres primeros partidos de Copa y Mendilibar me picaba porque decía que eso significaba que llegaba siempre tarde. Le expliqué que venía de jugar poco y que me costaba porque yo, en lo físico, era un pedazo de bicho. Allí ya no me conocen por otro nombre. Ahora tengo otras dos perras, dos setter inglés, “Aria” y “Nela”. Me encantan los animales.

–Lleva el nombre de sus hermanas tatuado en los manos.

–Sí. La mayor es Thais, que tiene cuatro años más que yo y la pequeña, Naiara, tiene diez menos que yo. Las quiero mucho, como a mi madre, pero no soy muy de mostrarlo. No me pregunte desde cuando llevo los nombres tatuados. Soy muy malo para las fechas.

–¿Se sabe los cumpleaños de su familia?

–Nada. Fatal. Mi novia cumple tres días antes que yo ¿o cuatro?... Lo dicho, a veces se me olvida. Tengo memoria fotográfica. Me oriento muy bien. Sé volver a sitios con sólo haber ido una vez, pero no me hable de fechas.

–Creo que su madre, Ilina, fue un gran apoyo tras la separación de sus padres.

–Mi padre se fue cuando yo tenía tres o cuatro años, era muy pequeño y después no llegué a echarle en falta. Ahora no tengo relación con él. Mi madre fue un grandísimo apoyo, como cualquier madre. Ahora está encantada de que esté en Gijón. Me pega unas brasas por whatsapp… (sonríe).

–¿Va mucho por el barrio de Laviada?

–Algo. Mi madre sigue viviendo allí, yo estoy en una casa en Cabueñes. Los pisos me agobian.

–Creo que es muy de Harry Potter.

–Las películas, sin exagerar, las he visto unas sesenta veces cada una. Los libros los leí casi todos. Leo por temporadas. Igual no paro un mes y no vuelvo a leer en un año. También me ha gustado uno de Kiyosaki y el flujo del dinero.

–Cuente.

–Me interesa ese tema. Cuando no tenía dinero era igual de feliz que ahora, que tengo mucho. Le doy la importancia que tiene, pero no más. Soy de familia humilde. Todavía recuerdo mis primeros Vans (marca de playeros). ¡Me los compró mi abuela cuando tenía 12 años! Mis amigos no pagan cuando están conmigo. En mi primer año en el Eibar no pensaba en el futuro, ahora soy consciente de ello.

–¿Cómo ve su futuro?

–Subiendo a Primera con el Sporting y quedándome aquí hasta la retirada.

–¿Y si no se sube?

–Quiero volver a jugar en Primera, pero le digo que tenemos muchas posibilidades de subir este año. No es nuestro objetivo, que la gente no se quede con esto de la entrevista, pero creo que se puede hacer. El equipo lo ha demostrado y el vestuario está igual de convencido. A ver qué pasa en Valladolid.

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