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Abelardo y Sandoval.

El “abelardismo” empezó con Sandoval: de las diferencias con Jony, al relevo para un ascenso histórico

El Pitu inició su leyenda como entrenador del Sporting al sustituir en 2014 al ahora técnico del Fuenlabrada, con el que siempre mantuvo una relación distante

Coincidieron en 2012. José Ramón Sandoval era el entrenador del primer equipo del Sporting y Abelardo dirigía al filial. El primero acababa de llegar al club con la experiencia de haber ascendido y salvado al Rayo en Primera, consiguiendo, ambas cosas, contra todo pronóstico. El segundo tenía a sus espaldas el bagaje de ser uno de los símbolos surgidos de la cantera del Sporting tras una carrera como futbolista repleta de éxitos en Gijón y en Barcelona. La suya no fue, ni mucho menos, una relación cercana. Sandoval tenía la mosca detrás de la oreja de lo que, dos años después, sucedió. El de Humanes fue destituido a falta de cinco jornadas para el final de Liga y el Pitu dio el salto al primer equipo metiendo a los rojiblancos en promoción de ascenso. Lo que vino después es historia.

Jony. Ese nombre personifica y resume a la perfección las diferencias entre Abelardo y Sandoval a la hora de entender el fútbol y el Sporting. El cangués se estaba saliendo en el filial cuando al de Humanes se le empezaban a atragantar los resultados. Para el Pitu era un jugador con evidentes condiciones para triunfar en el primer equipo. Sandoval no llegó a darle la oportunidad de debutar. Más que una disparidad de criterios, el subir o no a Jony formaba parte de una batalla interna. En muchos foros rojiblancos, Abelardo empezaba ya a ser visto como el entrenador que merecía tener una oportunidad en el banquillo de El Molinón. El madrileño, sin confesarlo, desconfiaba de todo lo que viniera del gijonés. La recomendación de Jony era una de esas cosas.

Tampoco resulta sencillo que dos entrenadores de tanta personalidad puedan tener una buena relación en dos puestos en los que, hasta cierto punto, rivalizaban. Abelardo tenía claro que la labor del filial es la del último eslabón de una cadena centrada en formar futbolistas para el primer equipo. Sin embargo, ni el contacto con el primer equipo para informar de la evolución del filial era fluido, ni muchas veces directo. Las conversaciones para estos temas no solían darse entre los principales líderes de los dos banquillos, sino que se utilizaban, habitualmente, a los auxiliares. Había cierto mal rollo.

Los perfiles también eran muy distintos. Sandoval venía de forjarse un nombre en los banquillos después de reivindicarse a base de resultados, sin tener el aval de una carrera previa como futbolista, algo que muchas veces ejerce de trampolín para poder, al menos, tener una oportunidad en el fútbol profesional. Abelardo, en cambio, lo había sido todo como jugador antes de tomar la decisión de dedicarse a los banquillos. Había más cosas.

Sandoval se hizo cargo del Sporting con la temporada iniciada. Relevó a Manolo Sánchez Murias, quien asumió el reto de devolver al equipo a Primera cuando acababa de consumarse el descenso. Con buena parte, por no decir la gran mayoría de ese vestuario, Abelardo ya había trabajado antes. Fue como componente del cuerpo técnico de Javier Clemente, que había llegado a Gijón para salvar al equipo, sin conseguirlo. Antes de su marcha, el vizcaíno insistió en que el Pitu era el mejor para sentarse en el banquillo del Sporting y devolverlo a la máxima categoría. El club no pensó lo mismo. Tuvo después poca paciencia con el elegido. Manolo duró nueve jornadas y fue destituido mientras entrenaba en Mareo, al día siguiente de clasificar al equipo en Copa, ante el Mirandés.

Todo este contexto es importante porque Abelardo conocía perfectamente en dónde y cómo se movía Sandoval. No solo las claves del vestuario, también las que giraban alrededor del equipo. Mientras, el entrenador madrileño intentaba ganarse a la afición durante sus primeros meses en Gijón. Se abrazó a Quini en su presentación, recordó a Manolo Preciado, pero no acabó de conectar con la grada. El fracaso de alguno de sus fichajes en su segunda temporada, como fue López Garai, que acabó enfrentado con sus compañeros, tampoco le ayudó en el vestuario. Sus dudas con Sergio Álvarez hicieron que los canteranos no vieran en Sandoval la decidida apuesta por la cantera que prometía. Todo se rompió.

El 4 de mayo llegó el relevo. Abelardo asumió las riendas del Sporting para meter al equipo en promoción y al año siguiente, lograr un ascenso de récord que forma parte de las mejores páginas de la historia del club. Comenzaba el “abelardismo” que este sábado buscará la permanencia en Fuenlabrada, la casa de Sandoval.

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