“Si no hubiese vuelto Abelardo al Sporting no habríamos viajado dos mil sportinguistas para ver al equipo”. La frase es de Carlota Fernández, una de las tantas aficionadas que ayer se pegaron una brutal paliza para alentar a los suyos en la final por la permanencia en el estadio Fernando Torres.

Paliza de la Mareona: doce horas en bus y vuelta de madrugada

Su reflexión resumía a la perfección el sentir de la hinchada: que el Pitu ha reconectado a la afición ya se había dejado notar primero en su reestreno como técnico rojiblanco en Huesca y, especialmente, el pasado domingo por cómo respondió El Molinón contra el Girona. Ayer, La Mareona evidenció que vuelve a latir al ritmo de Abelardo. Y eso que muchos de los desplazados tuvieron que enfrentarse a un viaje agotador. Más aquellos que recogieron el gesto de la entidad rojiblanca y viajaron gratis en alguno de los ocho autobuses habilitados por el Sporting. 400 de esos 2.000 fueron de esta forma. Volvieron a Gijón tras el partido, llegando agotados altas horas de la madrugada.

Paliza de la Mareona: doce horas en bus y vuelta de madrugada

Muchos apostaron por organizarse el viaje por libre; ir en coches antes o, incluso, dormir en Madrid. Unipes, por su parte, fletó otro autobús, que partió muy pronto: a las 7 de la mañana ya estaban en carretera.

Paliza de la Mareona: doce horas en bus y vuelta de madrugada

Los autocares se organizaron por tandas. La primera comenzó sobre las 9 y media de la mañana y los últimos buses salieron del parking de El Molinón sobre la 1 del mediodía para llegar a Fuenlabrada casi con el tiempo justo e incluso conociendo los once elegidos por el Pitu entrando en la Comunidad de Madrid. Los nervios y la expectación se vieron reflejados desde la salida en El Molinón.

Aunque la mayoría reservaron sus gargantas para el viaje y el partido, ya hubo algún que otro cántico aislado entre los aficionados que se iban subiendo a los autobuses y que debían antes pasar por el control de un operario de seguridad, quien revisaba uno a uno los nombres. El colorido, eso sí, era entero de rojiblanco: había bufandas, camisetas, banderas…

Hubo para todos una parada en mitad del viaje para comer. El lugar, Villalpando, uno de los paraje más clásicos para viajar a Madrid desde Asturias.

“Abelardo ha conseguido que todos nos ilusionemos gane o pierda el equipo”, explica Jorge Hevia, otro de los peñistas que se subieron a los autobuses. “Es que contra el Girona se notó que la afición había recuperado la emoción y la fe en el equipo y que los jugadores ahora creen en sí mismos con Abelardo”, apuntó Pablo Conesa, otro de los seguidores desplazados en estos buses. “Solo pedimos que defiendan la camiseta y salgan a muerte”, solicitaba Manuel González, también expectante en uno de los autobuses. Luego, en el campo, se sufrió. Se sufrió muchísimo.