El Sporting se queda con la miel en los labios contra el Eibar (1-1)

Los rojiblancos empatan en Ipurúa ante un conjunto vasco que les llevó al límite pero que solo marcó de penalti tras otra decisión arbitral polémica

Andrés Menéndez

Andrés Menéndez

1
Eibar
1
Sporting
0-1: Campuzano min 23. 1-1: Aketxe, min 65
Eibar
Luca (1); Tejero (2), Berrocal (1), Arbilla (1), Cristian (1); Aketxe (3), Sergio (1), Matheus 81), Stoickhov (2), Mario Soriano (1); Bautista (0)
Cambios

Corpás (1) por Mario S, min 70. R. Reina (1) por Cristian, min 70. Vencedor (1) por Matheus, min 81. Konrad (s.c.) , Stoickhov (2), min 90

Sporting
Yáñez (2), Pascanu (1), Izquierdoz (1), Pier (2), José Ángel (1); Hassán (2), N. Méndez (1), Rivera (1), Gaspar (1); Campuzano (3) y Otero (1)
Cambios

Djuka (1) por Campuzano, min 46. Varane (0) por Rivera, min 62. Vilallba (1) por Hassán, min 78. Lozano (1) por Gaspar, min 78. E. Lozano (s.c.) por Otero, min 87.

Árbitro: Sánchez López (C. Murciano). Amonestó a los locales Bautista, y Arbilla, y al visitante Nacho Méndez y Pier
Ipurua: 4.050 espectadores
          

Cosechar un empate en Ipurúa no es nunca un botín menor, campo de minas para todos en Segunda. Pero las circunstancias afearon el botín para un Sporting que volvió a maldecir su mala fortuna con las decisiones arbitrales. Un penaltito de Varane negó a los rojiblancos una victoria que habría sido el mejor regalo de Navidad para un proyecto que debe ahora esperar a lo que haga el Valladolid para saber si el primer año completo de Orlegi Sports en Mareo -que no temporada- acaba en ascenso directo. La tecnología le dio de nuevo la espalda al equipo rojiblanco y La Mareona se fue enfadada: “Otro robo más”, gritaba en las gradas. En cualquier caso, el Éibar llevó a los de Ramírez al límite. Les hizo correr, sudar y defender, especialmente en un sufrido segundo tiempo. Ahora la pelota le cae al área de gestión deportiva. En Gijón y en Méjico tendrán que trabajar en los despachos para dar el colofón a una plantilla que sueña con volver a Primera. En una categoría tan igualada, Orlegi deberá moverse. Acertar puede significar un acelerón en el proceso. El movimiento no es solo deportivo. Sino que parece casi empresarial.

Ipurua atrapa. Tiene el estadio de la Sociedad Deportiva Éibar un aroma al fútbol de barro que lo convierte en singular: por sus sinfonías, entorno, gentes… Perfecto para jugadores auténticos que prefieren disfrutar antes que regirse solo por el dinero, como Cote, un chico normal, de Roces, capaz de sentirse en tierras armeras como en el patio de su casa. Pero a la vez es un campo moderno y bello. Por su reforma y diseño a la vanguardia. Un espacio que mezcla el romanticismo con la lujuria y donde uno de los grandes del fútbol mundial de siempre como Zidane es un espectador más para seguir las evoluciones de su hijo Luca. Y en ese extraordinario ecosistema, el Sporting clausuró un año – el primero completo con Orlegi Sports- que por sus vaivenes y cambios ha sido casi como una década. Pero que ha acabado de maravilla. 

El remate del año enfrentaba además a dos equipos en las alturas. La batalla comenzó en seguida a responder a las expectativas. Los locales salieron mandones: con Mario Soriano, Akete y Stoichkov, tres enormes jugadores para la categoría. Apretaban los armeros que acumulaban un ejército en las inmediaciones de Yáñez. No necesitaba mucho la bola el Éibar para ofrecer sensación de peligro. Equipo descaradamente vertical, de estilo inglés, siempre reconocible, los de Etxeberria tenían las cosas muy claras: llegar a tres cuartos de campo con celeridad, y, después, buscar balones desde los costados para meter la pelota en el área donde se concentraban tres o cuatro jugadores. Soriano probó a Yáñez. Y Tejero, luego, metió el miedo en el cuerpo a La Mareona, concentrada justo a la espalda de su portero. Pero el partido comenzó a despejarse para los de Ramírez, que mantuvo a Rivera con Nacho Méndez en la medular. Entendió bien lo que se le venía encima el equipo rojiblanco que se preparó para la batalla. El encuentro no estaba para el preciosismo, sino que la contienda requería de esfuerzos, defender bien, e interpretar los momentos del partido. 

Tras un primer cuarto de hora de cierto sometimiento, la partida cambió. La personalidad del Éibar empujaba a los locales a subir las líneas de presión, a acudir arriba, y era precisamente en los espacios donde el Sporting se relamía. Conjunto osado y talentoso arriba, tiende a desnudarse y a la fragilidad este Éibar. Por eso la presencia de un talento como Hassán desde el comienzo era fundamental. Una carrera del francés provocó que Luca sacase una gran manopla. Pero ahí estaba el camino. Otero y Campuzano la pedían siempre por delante a sus compañeros. Arbilla y Berrocal se preocuparon los dos de marcar a Otero, y fue el delantero catalán, que repetía titularidad, quien rompió los esquemas. Aprovechó el 11 la vulnerabilidad armera para zambullirse en el área y definir por abajo para superar a Zidane. La maniobra de Campuzano despejó el plan para los asturianos, y obligó de nuevo a lanzarse a los vascos. Pero la zaga rojiblanca era un muro pese a perder a un centurión como Insua. El partido comenzó a desinflarse en las áreas hasta llegar al descanso. Y tras la reanudación, Djuka cogió el relevo a Campuzano. El paso por la caseta dio aire a los armeros que saltaron al campo con la energía del arranque. Fueron momentos de angustia para la tropa de “MAR”. Donde antes había orden, ahora era Yáñez el candado. Tuvo que sacar el catalán una de esas manos que se repiten entre semana en los resúmenes de La Liga a un mísil marca de la casa de Aketx. Antes, Pier salvó a los suyos de un disgusto al cortar en el último instante el paso a Bautista. Comenzaban a sentirse en el límite los rojiblancos. Pero iban saliendo del paso. Y a la contra, abundaban los espacios. Otra aventura de Hassán acabó con un centro-chut de Pascanu que a punto estuvo de costarle un disgusto al pequeño de los Zidane, que la sacó con un dedo. La noche pintaba tan bien para los rojiblancos cuando Ramírez quitó a Rivera por Varane que La Mareona se dejó las palmas para ovacionar al medio gijonés, hoy recuperado. Pero el cambio, para desgracia de Ramírez, se hizo notar deprisa. En una incursión de Tejero, el lateral se fue al suelo tras un contacto subterráneo de Varane, algo acelerado. Fue un impacto mínimo. Pero suficiente para Sánchez López, que confirmó el penalti tras la revisión desde Las Rozas. Aketxe no falló. Apenas unos segundos después, Djuka acabó cayendo al césped tras chocar con Arbilla. Pero el colegiado no se inmutó. Y el partido volvió a empezar. Pero en su fase final. En un momento de todo a un detalle, a Nacho se le fue larga una pelota y tuvo que hacer una falta mortal en la frontal para un especialista como Aketxe. Cogió carrera el 10 e Ipurúa se relamía. Su golpeo, una maravilla, se encontró con la escuadra. Yáñez estaba vendido. Ramírez mandó a Lozano y a Villalba al campo. Estuvo a nada Corpás de dejar a los gijoneses de vacío. Ya no hubo tiempo para más.

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