El cuerpo de Megija Bogdanivoca, Maggie, continúa en el Instituto de Medicina Legal once días después de que fuera encontrado en una casa de la aldea de Eros (Quirós). Las fuentes consultadas indicaron que hasta la noche de ayer se desconocía cuándo llegará algún familiar a Asturias para hacerse cargo de la joven letona de 20 años para repatriar los restos. También señalaron que "es normal" que en casos así "se tarde porque a veces los trámites son complejos", pero también se mostraron extrañados de no tener "siquiera una idea de cuándo vendrán a por ella".

Maggie fue hallada el pasado 30 de abril en la vivienda de una familia danesa en la que residía mientras sus habitantes estaban de viaje a Barcelona. La mujer que la encontró, una joven londinense, señaló que ya el día antes la había ido a buscar y que no le había contestado. Según los resultados de la autopsia, la joven falleció como consecuencia de la ingesta de hojas de texu, y se especula con la posibilidad de que fuera en infusiones porque, según los testimonios de los vecinos del lugar, ella les habría contado que su abuela solía tomarlas. Un relato que les extrañaba, ya que el texu es un árbol muy venenoso y así se lo advirtieron.

Los investigadores de la muerte de Maggie se pusieron en contacto con la familia, que habría preguntado si la causa de la muerte había sido el suicidio. Las fuentes consultadas indicaron que tras explicarles las circunstancias en las que fue hallado el cuerpo, se les interrogó sobre la vida y circunstancias personales de la joven con el objetivo de dar por cerrado el caso.

Sin instrucciones

Desde entonces, el cuerpo de Maggie continúa en el Instituto de Medicina Legal a la espera de que su familia lo reclame para su repatriación. Lo más habitual en estos casos es que se incinere, ya que eso facilita enormemente los trámites, ya que la urna en la que se guardan las cenizas se puede transportar en un bolso de mano.

Sin embargo, las fuentes consultadas ayer indicaron que de momento nadie ha reclamado el cuerpo ni se han recibido instrucciones sobre el modo de actuar, pese a que se esperaba que esta misma semana llegara algún familiar.

Megija Bogdanivoca era estudiante de segundo curso de Medicina en la Universidad Stradins de Riga y hacía sólo dos semanas que había llegado a la aldea de Eros, donde no se puede acceder en coche. Como no hablaba español, con quien más se relacionaba era con la joven que la encontró.