Cuando el guardia civil langreano Sergio Mantas se encontraba de patrulla, a media tarde del martes, a menos de 40 minutos en coche de la localidad de Sant Llorenç, no dudó un momento en acudir a la zona del desastre. "Bajaban coches empujados por el torrente, había gente arrastrándose por el agua, otros pidiéndonos ayuda desde los pisos... Era desolador", asegura.

El dantesco escenario no le arredró para lanzarse a rescatar a una familia en apuros. Un vecino de la localidad, Adán Heredia no tiene más que palabras de agradecimiento para el agente de la Benemérita, nacido en Ciaño y vinculado desde hace nueve años a la comandancia de Port de Pollença. Mantas se jugó la vida para salvarle a él, a su hermano y a sus dos sobrinas de 3 y 15 años. Heredia estaba atrapado con el agua por la cintura como consecuencia de la inundación de su casa y ayer quiso agradecer públicamente a su salvador que le haya permitido volver a nacer.

"Pasamos miedo por la gente del pueblo", reconoce el agente. "Nunca viví una situación de este calibre", rememora el "héroe" de Mallorca. Cuando el agente asturiano y compañera de patrulla llegaron al pueblo en un todoterreno, el agua llegaba al nivel de las ventanillas. Se desplazaban haciendo tope con la paredes y otros coches que flotaban en mitad de la vía. San Llorenç era ya un torrente sin control.

"El panorama era terrible, el pueblo era un torrente sin control", subraya Mantas. "Vi coches arrastrándose, mesas, sillas... La gente nos llamaba por las ventanas", rememora el guardia civil asturiano, a quien tardará en abandonarle el recuerdo de lo vivido en la noche del martes. "En una circunstancia así no lo piensas, te metes para adentro y te pones a sacar gente", concluye.

Para rescatar a la familia Heredia se acercó con el coche bajo la ventana de la vivienda: "Salí por la ventanilla. Me arrojaron a la niña pequeña primero. La puse sobre el regazo de mi compañera y luego ya fuimos sacando a todos los demás", detalla.

El agua ya alcanzaba en ese momento metro y medio de altura. Horas después, quitaba importancia a su acto heroico: "Ahora hay que comprobar si hay más víctimas en los coches que fueron arrastrados". Y es que la tormenta llegó a descargar hasta 220 litros por metro cuadrado. Los coches volcados en la noche del martes amanecieron ayer apilados hasta en filas de tres.

Rayos "como bombas"

Otros asturianos vivieron el desastre. En s'Illot, el gijonés Gabriel García, que regenta una sidrería en Manacor, rememora: "Empezaron a caer muchos rayos. Era como si cayeran bombas. Se fue la luz en casa y en la calle. Veías muchísimo tráfico y te preguntabas qué estaba pasando. No había cobertura para conectarse y saber qué estaba pasando", relata. A la mañana siguiente, el panorama era desolador. "Ya no hay puente, el torrente se lo ha llevado todo", asegura. Tras llevar a su hija al colegio, trató de regresar a la localidad. Imposible: "Estaba todo cortado, hay mucha gente aislada".