La mujer que se sentó ayer en el banquillo de los acusados como supuesta copropietaria del club de alterne Fresas, que estaba situado en Santa Marina de Piedramuelle, asegura que ella "era una prostituta más" de las que trabajaban en el local y que nunca fue la dueña. En la misma línea declaró el otro acusado, que dijo ante la juez que en ningún momento tuvo relación con la actividad que se desarrollaba en el Fresas y que él solo les cobraba el alquiler a los verdaderos gestores del prostíbulo. " Yo nunca quise llevar ese negocio. Desde siempre lo llevaron otras personas, pero yo pagaba el alquiler porque a mí se me daba algo más de dinero y era el beneficio que obtenía", dijo. Los acusados se enfrentan a una pena de dos años y medio de cárcel cada uno al considerar los investigadores que ambos compartían la propiedad de un negocio en el que había trabajando al menos seis personas -un camarero y cinco chicas- sin estar dadas de alta en la Seguridad Social. El juicio continuará hoy con testigos y declaraciones policiales.

La versión del hombre choca con las pruebas que maneja la Policía. El nombre de R. A. F. y la sociedad de la que es el único integrante, Inversiones Inmobiliarias Piedramuelle, aparece en las solicitudes de licencia que se hicieron en su día en el Ayuntamiento para poder abrir el local al público. "Mi primera intención era montar un hotel rural, luego un amigo mío apareció como socio y quiso cambiar la actividad, ahí tuvimos un encontronazo", defendió R. A. F. El hombre, según la fiscal, también pagaba los recibos de la luz

La mujer acusada dijo que los dueños del negocio eran los propietarios de otro club de alterne que hay en Ribadesella y que en el momento de la inspección del local que llevaron a cabo las fuerzas del orden. "En ese momento el encargado era un chico rumano. Yo no me iba porque me amenazaban. Los dueños decían que nadie iba a preguntar por una negra en una cuneta", sostiene.