El vallisoletano Julio Martín Díez, de 60 años, estaba pasando el fin de semana con su mujer en una casa rural de Teverga. Ayer por la mañana decidió alquilar con ella unas bicicletas en Entrago, para recorrer la Senda del Oso. A unos 200 metros de Caranga, el hombre decidió pararse para hacer una llamada telefónica. Dos chicas lo vieron sentado en la barandilla, mientras llamaba. Todo indica que uno de los postes cedió, justo en un punto en el que hay una caída de unos siete u ocho metros sobre la carretera del Puerto de Ventana (AS-228).

El impacto contra el asfalto fue brutal. Un coche que circulaba hacia Proaza tuvo que frenar en seco para no pasarle por encima. Los ocupantes salieron a auxiliarle, pero era tarde. Fueron ellos mismos los que le taparon con una manta. "No se puede hacer nada por él", decían, según aseguró Ivano Messina, otro ciclista italiano que recorría la Senda junto a su pareja, Pilar Ventosa. Por esas casualidades, residen también en Valladolid.

La bicicleta del infortunado quedó enganchada a unos matorrales, unos cinco metros sobre la calzada. La Guardia Civil recibió el aviso de lo ocurrido a las 12,07 horas. Un hombre, al ver el cuerpo sobre el asfalto y un coche a poca distancia, pensó que se había producido un atropello. Cuando los agentes de Tráfico llegaron, se dieron cuenta de que la causa del percance era otra muy distinta.

Rápidamente se cortó uno de los carriles de la carretera y se formó un cordón en tanto acudía la comisión judicial. La carretera era un ir y venir continuo de coches, y hubo que dar paso alternativo. El levantamiento del cadáver no se produciría hasta las dos y media de la tarde. La identificación del cuerpo tuvo sus dificultades. El hombre no llevaba documentación encima. Los agentes lograron identificar la empresa que había alquilado las bicicletas y, a través de ella, dieron con la esposa del fallecido, que también estaba recorriendo la Senda. El cuerpo fue trasladado al Instituto de Medicina Legal, donde estaba previsto practicarle la autopsia, presumiblemente hoy lunes.

Los agentes de la Policía Judicial de la Comandancia de Oviedo han abierto una investigación para determinar fehacientemente las causas del accidente. La valla está en su mayor parte por el suelo en esa zona y se han colocado cintas para advertir del peligro. En el punto desde el que cayó el ciclista, hay clavado un poste vertical, y en los matorrales sobre el precipicio, otro madero, supuestamente el que se desprendió.

No es la primera muerte que se produce en la senda. En 2005, una segoviana afincada en Getafe perdió la vida al ceder la valla y caer sobre unas rocas en el Trubia. Estaba haciendo una foto.

El Alcalde de Proaza, Ramón Fernández, resaltó la "mala suerte" de este accidente. "Acabábamos de retirar un argayo ahí cerca y estábamos a punto de reponer la barandilla", aseguró. Hizo un llamamiento a la prudencia y reconoció las dificultades para tenerla en perfecto orden de revista. "Son treinta kilómetros de ruta y tenemos un presupuesto bajo. Se hace lo que se puede", indicó.

Las decenas de turistas que recorrían esta popular ruta estaban horrorizados. "Vaya imprudencia. ¡Qué horror!", aseguraba una mujer. Mientras sus acompañantes se asomaban al vacío en el lugar en el que se produjo la caída, su tono se hacía más perentorio: "¡Ay, por Dios, qué angustia! ¡No os acerquéis ahí!".

Los ciclistas Ivano Messina y Pilar Ventosa se mostraban abrumados. "Las barandillas están muy deterioradas: o las arreglan o que pongan un cartel de advertencia. Hemos visto a varias personas sentarse para hacerse fotos. Y también a un perro caerse del carrito en el que lo llevaban", indicaron. Y añadieron que habría que eliminar los puntos en los que la senda cruza la carretera: "Tendrían que hacer una pasarela".

Los ciclistas ovetenses Javier Riestra y Lorena Hevia también estaban consternados. Riestra conoce a Juan Manuel Alonso, que en 2011 se rompió una pierna al caer al vacío tras ceder la valla. "Le han quedado secuelas", lamentó. "La senda está fatal, peligrosísima. Las vallas están podres. Hay muchísima gente, muchos niños, y no ven el peligro. Tendrían que cambiar todas las barandillas o cerrarla", añadió.