Hay una nueva moda delictiva que se instala en los centros comerciales: el "tour de hurtos". Se suma a la práctica de robar con un carrito de bebé y utilizando a menores de edad. En áreas grandes, como la de Paredes (Siero), se ha detectado también la primera. Los delincuentes optan por recorrer varios establecimientos -en Paredes es donde más robos se cometen en todo Siero, más de cuatro por semana- y cogen unos pocos artículos, normalmente de bajo coste, en cada uno de ellos. Este modus operandi y el del hurto con carrito de bebé copan gran parte de los juicios en Siero.

Así sucedió en la jornada de ayer, con dos vistas que juzgaron sendos "tour de hurtos". Especialmente llamativo fue uno, en el que el acusado pecó de ambición, completando robos en cinco tiendas, para ser cazado en la sexta, una perfumería.

El sujeto llegó al centro comercial con la idea de saquear todo lo posible. Entró primero en una gran cadena de productos textiles -la que, por sus características, más robos sufre del centro-, de allí se llevó un puñado de prendas que apenas alcanzaban los 25 euros de valor. Siguió con artículos deportivos; en concreto, unas zapatillas por valor de 45,99 euros. Tras quitarles la alarma, salió de la tienda con ellas escondidas. Las dos primeras sustracciones no acabaron de satisfacer sus ansias y decidió probar fortuna en otras tres grandes cadenas de ropa. Se llevó objetos por valor de 32,97, 17,99 y 15,99 euros de cada una.

Su botín ya superaba los cien euros, pero no se detuvo en su afán. Quiso hacerse con un perfume de 52.23 euros y allí fue cazado, cuando las trabajadoras le vieron "una actitud extraña, al guardar la colonia en su bolsa".

Este largo "tour de hurtos" puede costarle una multa de 720 euros (como pidió la Fiscalía en el juicio), además de abonar casi 150 euros en concepto de responsabilidad civil.

El otro caso de este tipo que se juzgó ayer solo implicó a dos tiendas y también tuvo algo de ingenio fallido. El acusado entró primero en una gran superficie textil y se llevó objetos por valor de casi 50 euros.

Salió por la puerta con ellos escondidos y se fue a una tienda de electrónica. Allí se puso en la muñeca una pulsera de control de actividad física, tras desembalarla. Salió a las máquinas expendedoras de agua, dejando escondido en un lineal un altavoz a por el que volvió al apreciar que los guardias de seguridad se distraían. Fue cazado y trató de ocultar la pulsera de actividad, tirándola sobre un armario, sin éxito.