Xuan Xosé Sánchez Vicente

Vallas, cierres y desolación

El domingo 13, un ciudadano vallisoletano, Julio Martín Díez, que divertía su ocio en bicicleta por la Senda del Oso en Proaza, falleció al apoyarse sobre una de esas vallas de maderas redondeadas que protegen los bordes de tantas sendas de Asturies. Ya en 2005 una segoviana que también circulaba en bici por la misma ruta había muerto por idéntica causa.

Quienquiera que recorra nuestra tierra por alguno de esos lugares cuyos bordes están (teóricamente) protegidos o delimitados por ese tipo de maderas, de moda como elemento universal durante años, sabrán que en su mayoría están estropeadas en muchos de sus tramos, rotas o desprendidas unas; inestables otras por estar podres los pies en los que se asientan en el suelo. Una revisión urgente de todas ellas, y, en su caso, de reparación, es necesaria.

Esas sendas y esos vallados son fruto de épocas de abundancia. Simbólicamente, esos cierres deteriorados de aquella época vienen a simbolizar otros, los que a diario se producen en el comercio de nuestras poblaciones. Los titulares de este periódico lo recogen casi a diario, pero no hace falta que nadie nos informe, basta con pasear por cualquier de nuestras ciudades para ver la desolación y sentirla en nuestro interior: nuestras ciudades son una pasarela de escaparates vacíos y de carteles de "se vende", "se alquila".

La falta de dinero en los bolsillos, la competencia de interné y las grandes superficies, los impuestos exorbitantes explican perfectamente ese panorama de ruina. Y los beneficios disminuyen el capital de aquí y alimentan el de fuera, lo que amengua nuestro bienestar y empleo futuro.

Por cierto, en contraste, me consuela ver que algunas imágenes del pasado siguen en pie. En LA NUEVA ESPAÑA del día 15 veo a Benedicta Viesca García. Con ella, su familia y su entusiasmo socialista compartí años en Piloña y en el PSPA. Me alegran su vitalidad y su compromiso.

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