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Vita brevis

Memorial de agravios

La petición de perdón del presidente de México

Hernán Cortés no era un pobre extremeño destripaterrones, como algunos piensan equivocadamente. Había nacido en una familia hidalga de la pequeña nobleza con ciertos posibles, que le permitió estudiar en la universidad de Salamanca y, luego, adquirir un pasaje para el Nuevo Mundo. Allí organizó una expedición, que en parte sufragó él mismo con sus propios dineros, para hurgar por el continente. Con seiscientos hombres, acabó conquistando el imperio azteca, que entonces dominaba el territorio de lo que ahora es México. Hubiera sido una hazaña imposible si no hubiera contado con la inestimable ayuda de miles de indígenas, que se sublevaron contra los gobernantes de Tenochtitlán, hartos de sus tiránicos métodos de dominio, entre los que no faltaba que, de vez en cuando, apresaran a unos cuantos para arrancarles el corazón en honor de sus dioses, tirarlos por las pirámides abajo y descuartizarlos seguidamente para comer sus brazos y sus piernas, que se ve que es donde aquellos indígenas tenían mejor bocado.

Ya saben que el actual presidente de México envió hace unos días una carta al rey de España para que haga un memorial de agravios y pida perdón por aquella conquista de hace quinientos años. Sigue así este señor blanquito y de origen cántabro esas teorías de la Leyenda Negra, según las cuales los españoles cometieron innumerables atrocidades y genocidios con los indígenas en la gesta conquistadora de América.

No deja de tener gracia que a estas alturas salga este tal López Obrador con semejante monserga anacrónica, cuando hace ya doscientos años que México se independizó de España. Por cierto que, en ese momento de la independencia mexicana, la mitad de su población eran indios y, de la otra mitad, un treinta por ciento eran mestizos y el resto blancos, salvo una ínfima minoría de negros. Se ve que los conquistadores españoles eran pésimos genocidas, sobre todo comparados con los ingleses, que en sus colonias norteamericanas sí que fueron muy eficientes, pues apenas quedan docena y media de indios, confinados en los páramos del Sur donde ahora les permiten sobrevivir generosamente con algunos casinos de juego y vendiendo agua de fuego.

No fue casual que México se independizara de la metrópoli aprovechando que Napoleón invadiera España, cuando esta quedó descabezada. Así que, puestos a hacer memoriales de agravios, el Gobierno español que salga de las próximas elecciones tiene que exigir al francés que nos pida grandes perdones por la invasión de los gabachos, por haber puesto como rey a Pepe Botella, por los fusilamientos de la Moncloa y cuantos más asesinatos y demás barbaridades cometieron sus tropas invasoras.

Esto de mirar al pasado remoto va cundiendo. Ahora ha salido un sarraceno español de Sevilla que también ha enviado un escrito al rey para que pida perdón a los musulmanes por la Reconquista, que acabó hace más de cinco siglos. Es cosa admirable, porque si hubo reconquista es porque primero hubo conquista. De modo que, previamente a pedir esas disculpas solicitadas por el jerife sevillano, deberían ofrecerlas los musulmanes por invadirnos. Ahí el próximo gobierno tendrá que afinar a quién solicitar el memorial de agravios. Supongo que tendrá que exigirlo de Siria, porque en Damasco estaba la sede del califato. Pero también tendría que dirigirse a Marruecos, porque Tarik, era berebere, además de que los almohades y los almorávides eran también marroquíes.

Naturalmente, nuestros agravios históricos no acaban ahí. Suecia tiene que ser el destino de otra carta por la invasión de los godos. Alemania tendrá que recibir otra petición de perdones por los suevos y los vándalos. Más difícil será conseguir que nos pidan disculpas los alanos, porque lo único que queda de ellos es Osetia y es un país que España no ha reconocido, como ninguna otra nación salvo Rusia. Italia también tendrá que pedirnos disculpas por la ocupación romana, igual que Grecia por sus colonias, Túnez por los cartagineses y el Líbano por los fenicios. Podemos así llegar hasta los iberos y los celtas, que a ver de dónde vinieron, e incluso hasta descubrir quiénes exterminaron a los neandertales de Atapuerca y El Sidrón, que debieron ser nuestros indígenas.

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