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El uso obligatorio de la mascarilla

Sobre la conveniencia de demonizar al prójimo en una acción que ni la autoridad sanitaria tiene claro

El uso obligatorio de la mascarilla se ha convertido en una auténtica obsesión, casi en una nueva religión, en uno de los problemas más candentes de la actual situación. No todo lo obligatorio es necesario ni todo lo necesario es obligatorio. No se puede hacer creer a la gente que poniendo solo mascarilla ya no queda nada por resolver.

No se puede entender cómo una persona sola caminando por la calle a cara descubierta es más peligrosa que otra sentada en una terraza fumando o hablando sin parar con otras cinco o más a escasos metros de distancia, con el visto bueno de la autoridad. Quienes están convencidos de que se van a contagiar si otros no hacen lo mismo que ellos, miran o tratan a su prójimo como si fuera su peor enemigo. No es bueno demonizar a nadie y menos por algo que las autoridades sanitarias del mundo tienen pendiente de determinar.

Si no está acreditada su terapia contra el contagio,por qué se tortura con ella a la población? Si, por contra, es infalible con toda seguridad, ¿por qué no se establece su obligatoriedad en todos los países del mundo? Quienes la llevan es por varios motivos: imperativo legal, miedo al contagio, propia voluntad y temor a ser sancionados.

Los que no la ponen es por deseo o capricho personal , cumplimiento legal en algunos casos, salud personal y no creencia en la epidemia. Tan importante como llevarla puesta es mantener la distancia adecuada y llevar una vida sana y natural. Nadie está inmunizado solo con ella, es necesaria una buena alimentación, ejercicio físico diario, pensamientos positivos y un espíritu creador.

Es tan absurdo perseguir y sancionar al que no la ponga como no enseñar los factores básicos de la salud desde el poder para incrementar el sistema inmunológico tan esencial. El cuerpo necesita para curarse y estar bien respirar aire puro y tomar el sol. ¿Por qué es obligatorio su uso en unas comunidades sí y en otras no? ¿Acaso el virus tiene ideología política? ¿Por qué no se ponen de acuerdo todos los estados y científicos del mundo sobre su urgente necesidad ? ¿Por qué la OMS cambió de opinión una y otra vez aconsejando y denegando su uso y obligación? ¿Por qué se permite que grupos numerosos de personas estén juntos en la playa o en una fiesta con total impunidad?

Algunos médicos notables aseguran que el virus no se transmite por el aire, sino por el miedo, que es mucho peor.

Las medias verdades son tan peligrosas como las mentiras, inducen a la confusión. Las medidas sanitarias, la distancia debida y la higiene personal son una buena garantía sin olvidar el conocimiento y el amor a la verdad. Las dudas y desmentidos sobre la salud son la peor medicina que se puede imaginar.

Algunos naturistas o profesionales alternativos de la curación mantienen que el contacto vivo con la naturaleza y la higiene interior evitan el contagio y la propagación. ¿Por qué en lugar de meter el miedo en el cuerpo no se informa al ciudadano mejor?

Está claro que muchas toxinas y humores que despiden la boca y la nariz quedan atrapadas en la mascarilla o bozal según la designan ciertos polemistas, provocando infección y malestar. Si aceptamos cualquier clase de leyes sin discusión corremos el riesgo de perseguir de nuevo a los judíos para internarlos en un campo de concentración dentro de la más estricta legalidad.

No es bueno convertir su uso obligatorio como si fuera una cruzada para sobrevivir a cualquier precio y medida sabiendo que algunos que lo exigen fueron vistos sin ella. No caigamos en el absurdo error de pensar que con la cara tapada se está inmunizado contra un virus del cual se sabe poco, aunque se hable mucho y que todavía no ha dicho la última palabra. Prudencia, respeto y moderación son esenciales para una vida mejor.

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