En los años sesenta bajábamos a las fiestas de Trubia los mozos del Valle. Creo recordar que la pista de baile se llamaba la Junigro Park y que, de cuando en cuando, a lo mejor con mal tiempo, íbamos a una sala cubierta que resultó ser el "Círculo de obreros", que años más tarde pasaría a denominarse "Centro Cultural de la Fábrica Nacional de Trubia". En definitiva es el "Teatro-casino" de quien hablamos, lugar cultural y lúdico que todos amamos. En varias ocasiones, el verbo díscolo de este cronista se hizo sonar entre una multitud para denunciar las aspiraciones y esperanzas de los "cincuenta-y-cinco" bravos que perdieran sus honrados puestos de trabajo, un doloroso asunto que hoy aún está sin resolver. Volvió el rapsoda al escenario en el centenario del nacimiento de Miguel Hernández con sus versos rebeldes, sociales y amorosos para mostrar que en la poesía está la verdad práctica de la vida. Este noble edificio cumple sus cien años de una bella historia con cientos de manifestaciones culturales que han de continuar en los años venideros para la solidaridad entre nuestros jóvenes capaces de hacer entre todos un mundo más justo y mejor.