¿Qué es un parque? Últimamente he estado dándole vueltas a esta pregunta aparentemente estúpida. Me la he hecho a partir de la indignación y las protestas surgidas por la tala y reposición parcial de los arces del parque Alfonso X el Sabio, en la calle Florencio Rodríguez. En la imagen que acompaña a estas líneas se ven los árboles jóvenes, ya repuestos, que se han colocado en lugar de los que se retiraron.

Había unos cuantos arces en muy mal estado, podridos por dentro. Yo mismo lo comprobé cuando los talaron. Otros no estaban tan deteriorados pero, aun así, tampoco estaban especialmente sanos. El caso es que el área de Parques y Jardines decidió tirar toda la hilera de la calle y alguno más de los jardines interiores y, en lugar de reponerlos todos -eran 24- , replantó tan solo 15.

Lo que provocó la indignación de parte -solo parte, tampoco hay que exagerar- de los vecinos fue el hecho de que tirasen árboles que no estaban totalmente podridos y, también, que no cambiasen árbol por árbol. Se supone que con este cambio hemos perdido en vegetación. Hay menos árboles y tienen menos edad.

La protesta parece razonable. No es descabellado querer que siga habiendo la misma vegetación que había. ¿Por qué no cambiar árbol por árbol? ¿Y por qué no dejar los de siempre mientras se conserven? Aquí es, precisamente, donde entra la pregunta ¿qué es un parque?

Un parque, podríamos decir, es un jardín a lo bestia. No es un bosque ni una pomarada ni una huerta. Las plantas están dispuestas en razón de la estética, la salud del entorno y la comodidad. Los árboles, es cierto, son pulmones, y tienen su valor, pero lo que importa es el conjunto.

Vendría a ser, a otra escala, como la poda de un árbol. Si a un árbol le quitas las ramas dañadas y aquellas que no le hacen bien, lo estás mejorando, por más que, en parte, suponga una pérdida para él. Otra cosa es que quites alguna de las ramas principales que estén sanas o, directamente, que ataques el tronco.

Los arces, lo siento mucho, no tenían mucho valor natural, y eran fácilmente sustituibles, por muchos años que tuvieran. Estos nuevos -que además son de una variedad que le va a encantar a todo el mundo en otoño- son un recambio razonable.

Otra cosa habría sido que hubiesen talado porque sí esa hermosura de cedros que se ven al fondo de la imagen, que son las verdaderas joyas del parque. Si tiran uno de esos árboles por tirarlo es para armar un escándalo de los gordos. Pero no ha sido así.

Querámoslo o no, y por muy compasivos que nos hayamos vuelto -quizá se nos esté yendo la mano- los arces no tenían demasiado valor. Por eso, reponerlos con los nuevos y despejar algo la calle -también se han cargado arbustos, eso sí que sobraba- ha hecho del parque un lugar mucho más armonioso. Y, lo mejor de todo, esa hermosura de cedros (¿se nota que me gustan?) están más a la vista para que, llegado el caso, si a alguien le da por tirarlos, lleguemos a tiempo a indignarnos por algo de verdad preocupante.