¡Qué poco dura el asueto! Ya volvió septiembre. Estos dos meses tienen materia suficiente para llenar este parco "Paragües". Voy a centrarme en El Carmín. Las fiestas de una localidad nacen como expresión de sus intereses, costumbres y tradiciones y son parte de su cultura; así que nadie tiene derecho a arrebatárselas tratando de sustituirlas por otras tendencias o pretensiones que nada tienen que ver con el origen. El Carmín nace del interés de un pueblo por compartir mesa en un ambiente vecinal donde alguien podría decírsele a la vecina "Prueba esta tortilla, verás que buena me salió" y la vecina ofertaba una empanadilla o un par de frixuelos. Hay tal atraco cultural que la mayoría de los polesos ni van al Carmín. Lo que fue una jira vecinal se convirtió en un esperpéntico desmadre. Así que entre todos se arreglaron para excluirnos de esa estupenda romería que es nuestro patrimonio. Sólo se me ocurre una solución aunque sea peregrina: que se simultaneen dos "Carmines", uno para quienes quieren que la romería suene a Carmín de antaño, y otro para quienes no entienden otras formas de diversión que la báquica u orgiástica; que seguro también están en su derecho.
