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Francisco Palacios

Pasado imperfecto

Francisco Palacios

La fieldad del Valle de Samuño

La compra de la libertad por parte de los langreanos y la aportación de los vecinos del valle

Se ha definido la historia como el arte de conocer el tiempo y el orden de las cosas. De comprender lo que permanece, cambia o se transforma. Y precisamente desde una perspectiva histórica voy a reseñar algunos de los hitos que, desde finales del siglo XVI, han ido forjando la identidad del valle de Samuño. Un valle al que me unen fuertes lazos familiares y sentimentales. Pero vayamos a los hechos.

En 1581 tiene lugar un acontecimiento crucial para la historia moderna de Langreo. Ese año se firmaba un documento mediante el concejo se emancipa del vasallaje del Obispado de Oviedo, comprando la jurisdicción de sus tierras al rey Felipe II en una "venta real y perpetua". Langreo se convierte así en una villa de realengo (dependiente del rey), aunque los vecinos gozarán de gran autonomía para elegir a los cargos municipales. Además, una villa de realengo se consideraba entonces como "una liberación y un signo de modernidad".

El precio del rescate de Langreo fue de casi 13 millones de maravedís, la cifra más alta de los territorios emancipados en Asturias. Según lo establecido, los vecinos tenían que amortizar la compra de forma proporcional a su riqueza: "Al pobre como pobre y al rico como rico".

Pues bien, en tales circunstancias, la fieldad del valle de Samuño aportó a la emancipación de Langreo cerca siete mil maravedís, una cantidad bastante mayor de lo que aportaron Ciaño, Sama y otras parroquias, de lo que se puede deducir que la hacienda de la cuenca del Samuño debía de ser estimable en aquellos tiempos. La fieldad estaba constituida por la agrupación de vecinos de una feligresía a efectos de recaudación de impuestos. Y cada fieldad estaba presidida por los llamados "hombres fieles".

En los años centrales del siglo XIX, la revolución industrial ya se había asentado en Langreo. Una radical transformación socioeconómica experimentó también el valle de Samuño, con una fulgurante e intensa actividad minera, la construcción de ferrocarriles, viviendas, oficinas, así como la multiplicación de negocios de índole diversa.

En esta nueva etapa van coexistir dos formas de vida, dos economías diferentes y complementarias: la agricultura y la minería. Dos mundos sin fronteras definidas. Un mundo silencioso y patriarcal que había durado siglos y un mundo nuevo, ruidoso, próspero y dinámico, como escribe Palacio Valdés en "La aldea perdida". Con sus etapas de bonanza y sus crisis periódicas. Y sus tragedias, tributo inevitable del progreso.

En los primeros años del siglo XX, al calor de la actividad minera y de las organizaciones políticas progresistas se establecen escuelas, centros culturales, bibliotecas, grupos de teatro en los distintos pueblos, aldeas y lugares de la ribera del Samuño. Los dirigentes de estos centros tenían una fe casi religiosa en el poder emancipador de la cultura, del conocimiento: una de esas bibliotecas fue bautizada con este profético y significativo nombre: "La redención del pueblo".

En los años veinte del siglo pasado se lleva a cabo en el valle de Samuño una interesante iniciativa escolar: las asociaciones de varios pueblos fundan las primeras escuelas de patronato. Los vecinos pagan unas modestas cuotas mensuales que administra un patronato, que se encarga de contratar a los maestros para que sus hijos reciban enseñanza sin salir de su entorno. El patronato también compra libros, organiza conferencias y excursiones. Y mantiene una cantina escolar. Con el cierre de las explotaciones mineras se desvaneció aquel pasado pujante en el valle de Samuño, aunque de ningún modo ha sido aniquilado. Asociaciones vecinales, con la colaboración del Ayuntamiento y de otras instituciones, han contribuido a que parte de las reliquias de la minería hayan experimentado una renovadora transformación.

Y se han promovido actividades de carácter cultural. O con fines turísticos, como el tren minero. Naturaleza, cultura, historia, patrimonio industrial y artístico (por ejemplo, el Pozo San Luis ha sido declarado Bien de Interés Cultural hace un lustro) han permitido preservar y modernizar una parte de la identidad minera y asociativa de una valle diverso y hermoso.

Y como si se tratara de rememorar la antigua fieldad, el valle de Samuño, con el impulso de la asociación "Langreanos en el Mundo", opta este año al galardón de "Pueblo ejemplar" 2018, que concede la Fundación Princesa de Asturias. Tendrá que competir con otras 31 candidaturas, entre ellas, la presentada por Trapa-Vega y El Carmen, también de Langreo.

Que haya suerte.

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