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Velando el fuego

La nueva Hunosa

La negociación por el futuro de la empresa, que parece pasar por las energías renovables

Aunque con lentitud, que a juicio de algunas personas se está convirtiendo en una larga y exagerada demora, tal parece que el asunto del carbón, la descarbonización hecha de un modo exprés, Hunosa, el futuro de nuestras cuencas y la historia de lo que fuimos y ya no somos, de lo que nos legó el pasado y aún no sabemos en qué medida nos devolverá el presente, parece que va camino de aclararse. Lo que no significa, precisamente, que la aparición de un nuevo escenario pueda considerarse como una noticia de acusados tintes positivos.

Cierto es que debemos soplar con cautela antes de emitir cualquier opinión, pues las conversaciones entre las partes (a dos, tres o cuatro bandas, según el momento) siguen manteniendo un tono encubierto, se manejan tiempos en claves que a veces son difíciles de descifrar y, por si no fuera suficiente con tanto misterio, los mismos protagonistas por parte de las instituciones (me refiero sobre todo a la que lleva el timón del país), se desdicen con cierta facilidad o, en su caso, se apuntan a las medias verdades, que, como sabemos, casi siempre acaban convirtiéndose en mentiras rotundas que dejan profundas heridas en el cuerpo social.

La última noticia aparecida en este diario hace alusión a un posible plan del Gobierno, por el cual Hunosa seguiría abierta ligada a energías renovables. Por ello, la SEPI estaría elaborando un documento para mantener la actividad en la empresa pública, lo que a juicio del Principado debería ser consensuado con los sindicatos.

En alguna ocasión he manifestado por este medio mi opinión sobre el futuro del carbón, poniéndolo en relación con los nuevos tiempos y con la necesidad de avanzar hacia otro tipo de energías más limpias y confiables, que podrían ayudar en la lucha contra el cambio climático y la pobreza, cuestiones muy ligadas entre sí; pero, a un tiempo, no olvido que en un asunto crucial como este, existen grupos, con grandes intereses económicos, que también forman parte del debate y que pujan fuerte para conseguir la más pronta desaparición del carbón.

En todo caso, y puesto que es cierto que ya hemos visto en más de una ocasión las orejas al lobo, convendría caminar sobre seguro, no sea que volvamos a resbalar como cuando las famosas y fallidas reindustrializaciones. Sin duda que el empleo de las energías renovables supone un avance positivo, eso no es posible negarlo, pero a un tiempo debemos preguntarnos de que nos sirve un cielo más limpio si debajo de él no hay trabajadores que respiren ese aire puro. O lo que es lo mismo, de qué nos sirve una playa con arena muy fina y transparente si después no viene nadie a bañarse en sus aguas.

Combinar las ciudades manchesterianas con las avenidas del futuro, no es, precisamente, una tarea fácil. Por eso, sin dejar de correr, mejor hacerlo asegurando casa pisada. Y en ese trayecto tienen mucho que ver los sindicatos. De ellos se espera la inteligencia necesaria para no cerrar los oídos a los nuevos avances y, a un tiempo, la firmeza precisa para que las playas no queden desiertas. No es tarea fácil, naturalmente, pero es que los habitantes de estas cuencas ya saben lo que es trabajar en el trapecio y, las más de las veces, sin ninguna red protectora en caso de caídas. Que, por cierto, ha habido y sigue habiendo muchas, a pesar de que los dueños del circo se nieguen a reconocerlo.

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