La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La decisión de don Nicanor

La implicación del religioso fallecido en las movilizaciones obreras de las últimas décadas del siglo XX

La muerte de algunas personas es una especie de salvoconducto que permite situar su figura en las coordenadas históricas. Nicanor López Brugos era un amigo al que siempre recordaré como tal, pero también un testigo fundamental de la decadencia de Mieres en las últimas décadas del siglo XX. Otros se están ocupando en estos días de glosar su personalidad y su bonhomía; yo quiero recordar ahora un episodio -seguramente desconocido- que sirve de ejemplo para que comprendamos como fue también un protagonista destacado de aquellos años de luchas sociales y desmantelamiento.

En 1965 don Nicanor vivió una delicada situación en su parroquia. En una ocasión me contó como otro sacerdote, don Valeriano Muñoz insistía en la propuesta de levantar un nuevo edificio parroquial para la zona sur de la villa en unos solares situados al extremo de la actual calle de La Vega y él se opuso a aquel desatino que, al margen de sus implicaciones pastorales, suponía un desastre urbanístico. El hecho merece ser narrado con más detalle, pero sepan que se solucionó cuando don Valeriano fue trasladado a Candás, donde se ganó a la feligresía sacando por primera vez al Cristo marinero en procesión, iniciando así una tradición que se mantiene en esta villa, en la que acabó falleciendo.

Pero en aquel 1965 otros problemas se multiplicaban en Mieres: en el curso de uno de los duros conflictos laborales que se repitieron entonces se produjo en marzo el asalto a la Comisaría del Cuerpo General de Policía, que entonces estaba abierta en el número 13 de la calle Ramón y Cajal.

Tras una manifestación en la que participaron unas 2.000 personas recorriendo la población para exigir la libertad del minero José Ramón Fernández Álvarez "Teverga", quien estaba siendo interrogado por haber intervenido en la Casa Sindical en una asamblea convocada por los despedidos de una huelga anterior, un numeroso grupo de mierenses intentó sacarlo de aquellas oficinas enfrentándose a sus guardianes y a la treintena de policías armados enviados en su auxilio por el conocido inspector Claudio Ramos.

Los consiguientes enfrentamientos hicieron temer lo peor, pero milagrosamente la sangre se quedó en las baldosas y no llegó al río, aunque desde aquel momento la represión se hizo notar y en las semanas que siguieron se multiplicaron las detenciones.

En medio de este ambiente, don Nicanor decidió que no podía quedarse de brazos cruzados y tiró por elevación yendo a entrevistarse con uno de los hombres claves de la izquierda asturiana en aquellos años: el profesor anarquista José Luis García Rúa. Este impartía entonces sus clases en una academia de la calle Cura Sama, en Gijón, convertida en un foco del que irradiaron destacados activistas que luego se fueron integrando en distintos grupos y partidos de la nueva izquierda asturiana.

José Luis García Rúa falleció el 6 de enero de 2017 en Granada, pero antes tuvo tiempo de escribir sus recuerdos. De ellos extraigo este párrafo para que ustedes saquen sus propias conclusiones:

"Hacia 1965 viene a verme un cura obrero de Mieres, creo recordar que Nicanor López Brugos, con cuyo hermano, alumno mío, yo tenía mucha relación. Me dijo que había 5.000 mineros en huelga y yo le di mi opinión: "La huelga es el arma fundamental de la clase obrera y hay que mirarse bien antes de hacerla, para que no caiga en desprestigio, pero una vez lanzada hay que llevarla al triunfo". "Entonces -dijo él- hay que tirar papel", escribir panfletos clandestinos. Escribí el panfleto, y la CNT estaba de acuerdo, pero no podía firmar con los comunistas, y los socialistas tampoco. Fui a los comunistas y les dije: "Tiradlo vosotros, pero no con el nombre de PC, sino de Oposición Obrera?".

Aunque García Rúa se equivocó al encasillar a don Nicanor con la etiqueta de "cura obrero", la anécdota refleja su implicación personal en aquellas movilizaciones. Él no estuvo entre el grupo de compañeros que tomaron esa opción en los años 60 porque consideró que podía ser más útil a su pueblo desde la parroquia de San Juan de Mieres. Ejerció su sacerdocio en el altar y en la calle y antepuso la justicia social a cualquier otra consideración.

"Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque tales sacrificios agradan a Dios" Hb 13,16.

Compartir el artículo

stats