Cuando un presidente-gobierno-PSOE se enfrentan a una legislatura que se presume corta -por las apreturas de gobernar con 84 diputados-, se pueden tomar dos decisiones: una, ser cauto y dar prioridad a asuntos sociales bien recibidos; otra, intentar abarcar lo imposible. ¿Qué necesidad tenía Sánchez de apretar el botón del acelerador de problemas con la ley verde-de transición ecológica-energética-descarbonizadora como si no hubiese un mañana político? No da tiempo ni para lograr un consenso, ni para alcanzar algún objetivo. Sólo le sirve para abrir nuevos frentes hostiles, incluso entre sus más fieles. ¿Acaso ese fin descarbonizador a treinta años vista, que provoca perjuicios a su partido y seguidores en Asturias y en las Cuencas, además de incertidumbre y temor entre los ciudadanos, no podía esperar un mejor resultado electoral que ahora complica? El bosón de Higgs ya fue encontrado, Sánchez no acaba de dar con el suyo.
