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Velando el fuego

El libro de los agravios (y II)

La situación en la que se encuentra el Conservatorio de música del Nalón

Profundizando en las grietas. Cualquiera que tenga un mínimo sentido común sabe que la divulgación de la cultura, en este caso musical, no se puede hacer más que a través de la educación y de compartir ese trabajo con la ciudadanía.

Si la realidad nos muestra que el Conservatorio es un centro educativo afincado en Sama de Langreo, pero con una característica administrativa muy clara, pues es un centro comarcal al cual acuden alumnas y alumnos de todo el Valle del Nalón, subvencionado por los cinco Ayuntamientos, parecería lógico que las actividades que se generan en el centro reviertan en los diferentes territorios. Para todo músico profesional uno de los ejes educativos fundamentales en su formación es el dar conciertos, poder tener la oportunidad de compartir su aprendizaje en un escenario. De ese modo se consigue motivar a los propios alumnos del centro y se crea la expectativa de poder atraer también a otros que acaben engrosando las cuerdas musicales de nuestro territorio.

Mas he aquí que a veces la realidad se convierte en la peor de las ficciones, ya que la idea de los cinco alcaldes de entonces, año 2014, era precisamente la contraria, y así lo hicieron saber: los conciertos y actividades principales del Conservatorio tendrían que realizarse, obligatoriamente, en las instalaciones del mismo, mientras que cualquier intento de salir al exterior debería consensuarse antes con los responsables de los Ayuntamientos. No hace falta arrugar mucho los ojos para comprobar que el respeto a la autonomía del Conservatorio era "total".

Del enorme cariño al centro dan cuenta algunos datos sumamente reveladores: el dinero que recibe es justo para atender los gastos de oficina, lo que conlleva, entre otras restricciones, la imposibilidad de comprar o ni siquiera arreglar instrumentos o, como ejemplo de un deterioro que cada día profundiza más sus cicatrices, la falta de una mano de pintura, y nada menos que desde que el centro comenzó a funcionar. A este paso, no resultaría extraño que un día las grietas fueran tan profundas que hubiera que desalojar el edificio.

Cuestión de fe. Al tiempo que leía las declaraciones del presidente de la Mancomunidad, en las que aseguraba que fuera cual fuera la decisión judicial el mantenimiento del Conservatorio y la estabilidad de sus trabajadores estaban fuera de duda, no podía dejar de imaginarme a todos los componentes de la orquesta política de la Mancomunidad subidos a un escenario y entonando la letra de Revólver: "Ten fe en mí/ ten fe en mí/ donde quiera que tú estés/ yo estaré allí´. Casos como el nuestro hay abundantes en este país: conservatorios que dependen de Fundaciones, Mancomunidades, Patronatos y órganos de todo tipo, afectados también por el mismo motivo que se alude en este caso: la imposibilidad de seguir gestionando una competencia impropia (algún día habrá que profundizar en las praxis que se siguen en los ayuntamientos sobre este tema). Sin embargo, ya ven, en todos los supuestos anteriores se ha llegado siempre a un acuerdo, sin necesidad de intermediación judicial. Claro que aquí somos distintos y tenemos unos políticos que, en este caso, imitando el lema de la Real Academia Española, "limpian, fijan y dan esplendor a nuestro Valle". Únicos e irrepetibles en sus labores, hasta el punto de que no han presentado a los trabajadores ninguna alternativa, ni han trazado ningún plan a seguir dependiendo de cuál sea la decisión judicial que se tome. Eso sí, fe, mucha fe, toneladas de fe, que para eso lo dicen ellos desde el altar del poder y, mientras tanto, que los 23 trabajadores vayan rezando sus oraciones, por si acaso.

El aforismo forma parte de una expresión más amplia del poeta británico Alexander Pope, según la cual "errar es humano, perdonar es divino y rectificar es de sabios". Estamos aún a tiempo de dar marcha atrás. Y de demostrar que el mejor ejercicio del poder es el que se construye sobre los puentes del diálogo. A buen seguro que la ciudadanía sabrá agradecerlo.

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