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A contracorriente

Lágrimas por Venezuela

La inquietud de los venezolanos que residen en Asturias ante la situación en la que se encuentra su país de origen

La situación actual de Venezuela responde a la inestabilidad política, a la zozobra, a la incertidumbre y a la crisis permanente. El régimen de Nicolás Maduro está dejando al país en un empobrecimiento total y la gente está en un momento de hartazgo que acabará en un caos civil. Yonny Omaña Sánchez así lo observa desde Pola de Laviana, lugar de acogimiento y donde regenta un mesón junto a su familia.

Lleva en Asturias 16 años, primero en Campo de Caso y ahora desde hace una década en la capital del alto Nalón. Llegó junto a su mujer y un cuñado gracias al apoyo de dos empresarios casinos con residencia en Caracas. Alfredo Santos y Santiago Álvarez. La vida en Caracas con el régimen chavista se hacía imposible y pensó que lo ideal era emigrar a España a buscar mejores condiciones de vida. El ánimo y orientación de los empresarios asturianos fue decisivo para dejar su trabajo de mecánico y buscar cobijo en tierra naloniana. Aquí se inició en la hostelería instalando un bar en Campo de Caso. Con su esfuerzo, su pasión por la cocina y la fuerza del emprendedor aprovechó el traspaso en la Pola de un establecimiento hostelero de prestigio por su carta y vinos -Mesón La Mina- y se empeñó en hacer negocio con la cautela del principiante y la sabiduría del experto. Y con esa decisión se puso manos a la obra y siguiendo la estela de sus antecesores va con tiento elaborando productos de calidad con el sabor por montera. Su mujer Nadia Villa Ramos le ayuda en la cocina y su cuñado J. Carlos Villa Ramos se encarga del servicio e intendencia. Hace unos meses se incorporó al equipo un sobrino, Francisco Briceño Villa.

Y entre perolas, sartenes, ollas, paellas y muchos guisos, Yonny ve pasar la vida en su reducto cocinero siempre con el recuerdo diario de sus padres y familiares que sufren el mal momento que vive Venezuela. Cada dos meses envía material médico y sanitario ante la escasez de esas necesidades.

En otro tiempo envió víveres y productos alimenticios que no llegaron a su destino. Hoy, este joven hostelero vive con las lágrimas y el gimoteo pegados a su rostro. No entiende cómo su país con una riqueza en recursos notorios está postrado en una pobreza lamentable y con un enfrentamiento larvado entre adictos al régimen chavista y opositores enganchados a las directrices de Juan Guaidó. Con la incertidumbre como trasfondo, Yonny sólo desea que lleguen las libertades al pueblo venezolano y que se alcance cuanto antes el sendero de la democracia y el entendimiento. Solloza, implora, se queja, se lamenta, lo mismo que su familia. Y las lágrimas, por momentos, conforman el ambiente íntimo cuando sale a colación el horizonte y la posición de una Venezuela arrastrada al abismo y sin vida. Mientras, todo el equipo se organiza para servir las patatas con carne, los callos o el hígado encebollado. Aquí, el grupo familiar vive feliz, sujeto a las noticias de Venezuela y esperando que las libertades ganen el pulso a Nicolás Maduro.

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