Desde siempre he mostrado mi oposición a las frases grandilocuentes, a esos senderos iluminados por no se sabe bien qué luces y por los que transitamos tan a menudo: "La libertad consiste en que cada cual haga con su cuerpo lo que quiera" (aprovecho la ocasión para reivindicar que ese derecho solo les corresponde a las mujeres y en lo tocante a decidir sobre su maternidad); "hablando se entiende la gente"; "si nos esforzamos mucho acabaremos consiguiendo lo que deseamos"?, y así hasta encontrarnos con ese otro aserto tan manoseado según el cual "a los pueblos pequeños les corresponden infiernos grandes". Mi rechazo al mismo no solo procede de cuanto de tópico o banal hay en la cita, sino también de la dimensión topográfica que cada cual dé a esas llamas de referencia (el resplandor del fuego puede encontrarse tanto en las ciudades punteadas con rascacielos como en los más escondidos arrabales).

Estas reflexiones vienen a cuento por lo que está sucediendo en la actualidad en el concejo de Caso. Desde hace ya bastante tiempo, y por lo que se refiere al pantano de Tanes, son considerables los inconvenientes que se vienen produciendo para conseguir la utilización de sus aguas con fines lúdicos (si bien, parece que, aunque lentamente, el problema tiene visos de solucionarse). Y por si ello no fuera suficiente, en el día de hace unos días aparece en LA NUEVA ESPAÑA la noticia de que "El saneamiento de Redes pierde interés del Gobierno y se queda sin financiación" (los trabajos, que supondrán el fin de los vertidos a los pantanos de Tanes y Rioseco, estaban incluidos en el plan hidrológico 2016-2021). Una vez más, todo se queda en papel mojado, ya que, como reconoció el Interventor General del Estado, el plan firmado en su día, en el ejercicio 2008, carecía de dotación presupuestaria, lo que no fue más que un buen ejemplo de cómo se hacen los guiños políticos para contentar a la galería de posibles votantes.

Mi experiencia profesional en el concejo casín durante casi treinta años, no hace más que confirmar las dificultades que siempre acompañaron a sus habitantes. Los problemas de la luz, el agua, el teléfono, o la televisión, entre otros muchos, estuvieron siempre a la orden del día. Si a ello se añaden los inconvenientes meteorológicos, motivo de más para pensar que la suerte del concejo está siempre pendiente de un hilo que, además, muchas veces es tan fino que termina rompiéndose.

No creo que ello se deba a que cada vecino haya nacido con su parcela de adversidad al hombro, ni que tuviera ya asignada la correspondiente cuota de sufrimiento por formar parte de un territorio pequeño. Más bien, juzgo que todo se deba al desinterés y a la falta de perspectiva de los políticos que han ido sucediéndose en el gobierno regional, y sirva como ejemplo la inexistencia de Planes Integrales que puedan orientar la dinámica de los pueblos. No digo que nadie se preocupe de ello; sin embargo, esos tímidos intentos no han conseguido hasta la fecha llegar hasta sus principales destinatarios, y Caso es un buen ejemplo. He defendido siempre, y lo continuaré haciendo, naturalmente, que no todos los políticos son iguales; pero entiendo que a los habitantes de la Asturias rural les cueste trabajo aceptarlo. Me duele que los concejos de menor población salgan siempre perjudicados. Y más cuando se trata de Caso, un lugar que conjuga la belleza de su paisaje con el tesón y la generosidad de sus habitantes.